FUENTE: Diario El Territorio (Posadas, Misiones)
Durante sus 94 años de vida, Ramón Vargas se desempeñó en distintos oficios para poder solventar a su familia. Sin embargo, guarda un recuerdo especial de su trabajo como secretario de María Eva Duarte en el Ministerio de Trabajo y Previsión.
Nacido en el seno de una familia humilde de Formosa, a sus 15 años perdió a su padre y quedó a cargo de su madre y cuatro hermanos. Juntos viajaron a Buenos Aires en busca de un futuro mejor y, tras un breve período como lavacoches, el joven comenzó a trabajar al servicio de la primera dama. “Yo era de una familia de cosecheros de Formosa,vivíamos en toldos, éramos muy humildes y mi madre, a pesar de su vida, nos inculcaba que estudiemos: ‘El estudio les ayudará a salir adelante en la vida’, decía”.
“Fui el mayor de cinco hermanos y quedé a cargo de ellos y mi madre cuando mi padre falleció. Entonces nos fuimos a vivir a Buenos Aires, allá hice de todo. Por las noches trabajaba en un lavadero de autos y así conocí a Rafael Galardi, cerrajero del General y de la señora. Como él veía cómo yo trabajaba, un día me dijo: ‘Varguitas, te voy a llevar a trabajar con nosotros’. Yo no podía más de la alegría, una mañana me llevó con él y así empecé a llegar al Ministerio de Trabajo donde trabajaba Evita”, relata el hombre que, si bien tiene dificultades para precisar fechas, su anecdotario mental está intacto.
En el baúl de los recuerdos guarda documentación que acredita su experiencia en Casa de Gobierno entre 1946 y 1950. Uno de sus tesoros preciados es la foto junto a Eva Perón, en realidad, él se encuentra detrás de ella cuando la señora daba un discurso en un acto.
Tras su desembarco en la cartera laboral, y debido a su empeño y aptitudes, Vargas rápidamente escaló posiciones hasta convertirse en el cadete privado de Evita, quien lo recompensó ayudando a su familia. “Empecé lavando su auto, de a poco fui escalando porque era muy chico; yo tenía apenas 16 años. Llegó el momento que me llevaron a conocer a Eva, recuerdo que fui de traje y corbata. Ella me preguntó si quería trabajar con ella, después de escuchar la vida sacrificada que teníamos, sin casa, porque vivíamos en una pieza en la casa de una tía, sólo yo trabajaba. Eva nos dio camas, colchones y mercadería. Aún hoy me acuerdo la alegría que tenía y la alegría de mi madre”, agregó.
Luego del encuentro con la ‘abanderada de los humildes’, el hombre se ganó su confianza y llegó a trabajar incluso en la residencia privada del matrimonio presidencial. Al respectó, contó: “Al principio buscaba las cartas de los miles de argentinos que le escribían a ella y ella me hacía apartar unas 20 cartas y leerlas; un secretario de ella apuntaba las necesidades de la gente para darles soluciones. Por día recibía unas 300 cartas, y atendía a familias que recurrían a ella, a quienes personalmente los escuchaba. Era una mujer perfecta, al lado de ella fui creciendo hasta que cumplí 20 años y me contrató como uno de sus secretarios. Muchas veces fui a la casa en San Vicente a ayudar al jardinero, a pasear los perros que tenía, cuyos nombres me acuerdo perfectamente: eran Jazmín y Rosa Mosqueta, pero le decía Mosqueta (se sonríe)”.
En esa misma línea, el hombre asegura que en una oportunidad llegó a entablar diálogo con el entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, quien en pijamas salió al jardín a darle las directivas de cómo quería que se viera el césped.
Cuando Evita enfermó, el formoseño se mantuvo a su lado y afirma que incluso llegó a alcanzarle la medicación en sus días de agonía. “Estuve cuando enfermó y cuando sufría de dolores tremendos a causa de su enfermedad. Nadie pensaba que se iba a morir, no podía morir una mujer tan buena. Al lado de su despacho había un baño muy grande y dentro todas las comodidades, hasta un sofá. En ese sofá ella se recostaba cuando los dolores eran insoportables y yo era uno de los que le alcanzaba la medicación y cuidaba la puerta para que nadie la moleste. Se calmaba un poco y volvía a trabajar, era una mujer increíble. Después que murió Evita, nada fue igual, las cosas ya no fueron lo mismo, había tristeza por todos lados, ni hablar en el Ministerio de Trabajo; seguimos un tiempo más y todo se fue disolviendo de a poco”, recordó emocionado.
RODEADO DE MUJERES ICÓNICAS
En busca de nuevos horizontes, Vargas estudió abogacía, trabajó como periodista y llegó a actuar como extra en películas protagonizadas por Isabel Sarli. En ese marco, sostuvo: “Con Isabel Sarli fui extra en cinco películas, en Misiones y en Asunción, Paraguay. Trabajé en Las aguas bajan turbias y en Los isleros”, allí yo era quien arriaba las vacas. También en La mejor del colegio, con Lolita Torres. Claro que eran papeles muy cortos, pero es un orgullo haber estado en esas películas”.
Finalmente, en 1993, Ramón pisó la tierra colorada siguiendo a un amigo misionero y se enamoró del paisaje y la tranquilidad, por lo que se instaló en Candelaria. Hoy, convertido en un vecino más del municipio, el anciano lamenta el trato que reciben los adultos mayores en la sociedad actual.
“La gente ya no le trata bien a uno. Muy pocas son las personas que son atentas y amables cuando uno ya está viejo o con alguna dificultad. A veces hasta en tema salud es difícil encontrar profesionales amables y comprensivos,eso duele porque yo soy un agradecido por llegar a esta edad. Ojalá la gente que muchas veces nos habla mal o no nos comprende, también llegue a viejos, y se dan cuenta de que es importante ser buena gente”, reflexionó.