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Tras el escándalo que suscitó la noche de Paulo Londra en el Salón Infinity, el intendente de la ciudad está frente a una ocasión especial para poner “mano dura” y echar una mirada crítica de sus funcionarios.
“El dueño de los votos, el que se expone a la voluntad popular” es el jefe comunal. Pero los que “lo representan” en las cuestiones de vida cotidiana de los ciudadanos pueden ser el Jefe de Gabinete, un barrendero, un subsecretario, un maquinista, un director o un inspector.
La mayoría de las veces son el último eslabón de una cadena con la firma o el poder de decisión de autorizar, habilitar, limpiar o clausurar con su firma y el sello de la Municipalidad de Formosa. No tengo dudas de la honorabilidad del intendente, pero no puede estar en todos lados las 24 horas del día.
La “herencia”, que Jofré nunca la va expresar ante un micrófono, está ligada a una vieja estructura de empleados “mañosos” que sobrevivieron a casi todas las gestiones comunales. Son experimentados a la hora de poner trabas o agilizar trámites.
La noche de Formosa es complicada de controlar. Lo saben los empresarios de locales bailables y los funcionarios. En medio de luces de colores y humo artificial “puede pasar de todo”, pero cuando un hecho trasciende en los medios tradicionales o las redes, el único responsable es el hombre que ocupa el despacho más importante del ex edificio del FFCC.
Por milagro no estamos lamentando un hecho más grave. Lo sucedido en el recital del rapero cordobés no debe volver a suceder. Por el bien de la sociedad y la tranquilidad que deben tener los padres que ponen en manos de los que deben controlar la seguridad de sus hijos.
QUIEN CONTROLA AL QUE CONTROLA?
El director de Bromatología, Gómez Achón, dijo que se clausuró el local Infinity por varios motivos: “porque evidentemente hubo un exceso en la capacidad del local”; no había contador de personas, ni indicador de capacidad autorizada. Pero fue más allá, en un ataque de sinceridio indicó que “tuvo confianza” en los organizadores del evento. Debe saber que le fallaron.
De aquí se desprenden dos interrogantes: Gómez Achón habilita eventos “de acuerdo a la cara del cliente” u organizador?; en ese caso se sugiere ir a un local de estética antes de hablar con el ex capo del Ente Regulador de Obras y Servicios Públicos.
Dos. Si al local de eventos le faltaban esos elementos exigidos por ordenanza: falló “la confianza” depositada y los inspectores “miraron para otro lado” y permitieron el inicio del espectáculo que, “si no pasaba nada”, nadie se enteraría.
Quién pagó la culpa? El menos pensado: el concesionario del local. Inspectores y productores del evento salieron indemnes. Así nomá é.
Y un bonus track: ni la Policía ni la Municipalidad saben a ciencia cierta la cantidad exacta de pibes (muchos de ellos menores de 10 años) que ingresaron en la tarde-noche del domingo.
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En definitiva, el director de Bromatología es víctima de su propia torpeza. Pero claro, él nunca fue ni será candidato a integrar una boleta electoral.
En las manos de Jofré está la oportunidad de aprovechar el pos escándalo para “poner mano dura” y evitar un escrache mediático, social y político por alguna negligencia de la segunda línea de colaboradores de su gestión.
Este fin de semana lo acompañó la suerte. Ojalá que no exista una segunda oportunidad para el descontrol.
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