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Escribe: Juan Eduardo Lenscak. El debate sobre la cultura de Formosa está planteado. Se abre la décimo primera edición de la feria del libro con la consigna que el libro es expresión de cultura.
Con menos recursos, pero no con menos entusiasmo también se organizó tiempo atrás, en Formosa la Recontra Feria del Libro, demostrando una heterogeneidad conceptual alentadora. Y así como hay producciones que inundan los anaqueles de la muestra oficial, los hay también en la alternativa.
Hoy se agrega a esta diversidad de hermenéuticas culturales el libro del exconvencional constituyente Apolonio Nuñez. Se titula “El formoseño “¿nuevo hombre o formobicho?».
La prensa escrita le dio un espacio significativo. Y la televisión pública, se convirtió en trinchera para cuestionar esta particular “endoscopia” sociológica.
PENSAR POR NOSOTROS MISMOS
Reconozcamos que el tema de la cultura formoseña recién comienza a gatear, a intentar erguirse por medio de razonamientos elaborados, pacientemente redactados y publicados.
Son pocos, variados, pero a nuestro entender, todos valen la pena. No podemos decir que haya bibliotecas enteras escritas por autores locales referidos a esta particular manera de organizarnos, trabajar, convivir, hablar, danzar, rezar, cantar, esculpir y dibujar.
Pero no por ello, lo hecho desmerece el intento. Al contrario, señala la vitalidad del proceso histórico que protagonizamos y augura un destino promisorio.
Cada libro que reflexiona sobre la cultura formoseña señala que comenzamos a pensar sobre nosotros mismos. Lo que también equivale a decir, que no nos piensen desde afuera.
PARA COMPRENDER A FORMOSA.
Uno de los pioneros en este campo ha sido don Armando de Vita y Lacerra –nada menos que el autor del himno marcha a Formosa- con la «Contribución para una historia grande de Formosa» publicado en dos tomos. Constituyendo un primer relato oficial de los hechos por los cuales esta geografía y la población asentada en la misma lleva un nombre en castellano antiguo señalando su belleza.
Otro aporte reflexivo sobre nuestra comunidad provincial ha sido el del historiador Antonio Prieto quien ha escrito, hace unos veinte años atrás, un análisis titulado sugestivamente “Para comprender a Formosa».
No se trata de una cronología de hechos institucionales, sino una descripción de las condiciones materiales que posibilitaron las estructuraciones jurídicopolíticas y culturales que nos caracterizan como provincia.
En este libro Prieto ofrece una excepcional metáfora de cultura cuando afirma que “la redención no será un regalo de los dioses ni obra de un mesías o un taumaturgo, sino hijo de nuestras manos, fruto de la conciencia y el corazón colectivo de nuestro pueblo; será como la miel, producto de muchas libaciones.
FUEGO LENTO Y LIBACIONES.
En esta sintonía se encuentra también el libro de Polo Nuñez, quien se pregunta si el formoseño es el nuevo hombre o formobicho, respondiendo finalmente que no es ni uno ni el otro. Que tales identificaciones responden a situaciones circunstanciales, cuando la cultura es una “cocina a fuego lento” (“como la miel, producto de muchas libaciones” diría Prieto)..
Con argumentos propios, concluye que el hombre nuevo “e´ puro pectáculo”, y que “formobicho” es una humorada del Bochín Tomás, agudo observador de la idiosincrasia guaranítica subyacente que atraviesa nuestra población para adaptarse a situaciones tan adversas como las que nos ha tocado sobrellevar.
Lo importante es señalar que ambas caracterizaciones (hombre nuevo y formobicho) existen, son conocidas, interpretan un ideario. Pero ni una ni la otra, totalizan, cada una, prescindiendo del otra, la cultura de nuestra comunidad provincial.
HOMBRE NUEVO Y FORMOBICHO
La utopía del “hombre feliz, el hombre nuevo, el hombre que te debo mi país”, como se cantaba en el 70, le dio nombre al crecimiento exponencial de la obra pública en Formosa.
Bajo la premisa que las condiciones estructurales posibilitarían el crecimiento de la autoestima de una comunidad sometida a sucesivas frustraciones por la marginalidad sufrida a través de la historia, se bautizó este proceso, con la consigna del “hombre nuevo”. Hoy, las condiciones estructurales se han modificado. Y para bien.
El formoseño se siente orgulloso de los adelantos. Cuenta con nuevas oportunidades.
Pero, no podemos negar que no ha perdido su condición de “ñembo”, ni deja de entender la ley del “mbareté”, ni la del “vaí, vaí” ni la del “opareí” de las que parafrasea de manera brillante Polo, cuando lo cita a Helio Vera.
Ambas -nuevo hombre y formobicho- son patrimonio de nuestra manera de ser. Pero a la vez, no completan la idiosincrasia provincial, aunque explicitan diferentes apreciaciones.
CULTURA GUARANÍ
Una población heterogénea, tradicionalmente relegada desde los poderes centrales, con una dependencia secular, que ni aún hoy, (pasado más de un siglo de su creación, el medio siglo de la provincialización y casi tres décadas de democracia en la que creció vertiginosamente) puede producir el 10% del presupuesto que consume, ha de contar con una particular manera de ser que le permita sobrevivir. No será igual a la de otras comunidades que producen lo que consumen.
Los criterios de comprensión de la realidad de nuestra población, son por lo tanto, particulares. Con una notoria influencia de la cultura guaraní. No solo por estar comprendidos por las generales de la ley (recordemos que la cultura guaraní nos identifica como argentinos, ya que el padre de la Patria es de origen guaraní, la leyenda de la flor nacional también, la costumbre de convidar mate, de llamarnos de “che”, la toponimia, etc), sino por determinadas costumbres y giros yopará que persisten en cualquier calle de nuestras ciudades y pueblos del este provincial donde se concentra la mayor parte de nuestra población.
MODELO FORMOSEÑO
Así como no puede entenderse la cultura sin las condiciones materiales que la condicionan; ni entender las condiciones materiales sin las estructuras conceptuales que la comprenden para su transformación; cuando analizamos nuestras expresiones culturales debemos centrar la mirada en ambos aspectos.
Pongamos por ejemplo el nuevo libro de geografía formoseña que se está implementando para el sistema educativo provincial. Respondería más bien al diseño del concepto del nuevo hombre: por sus actualizaciones, sus precisiones, su rigor científico, sus impecables ilustraciones, su excelente presentación y diagramación. Supera exponencialmente cualquier trabajo previo sobre el tema. Da gusto contar con él. Con el valor agregado de ser una propuesta abierta a nuevos aportes para una construcción colectiva.
Pero en la página 8 de dicho libro puede leerse “el modelo provincial que se consolida en las políticas y obras a partir de 1995”… Cuando sabemos que el “modelo formoseño” no comenzó con el inicio del primer mandato del actual gobernador (1995), sino mucho antes.
Tanto que en el texto constitucional de 1991 –donde se consolida como política de estado- el “modelo formoseño” ya estaba plasmado en su preámbulo.
Los autores del libro de geografía ¿no quedaron atrapados inconscientemente por la ley del “mbareté”? De no ser así, deberían dar una explicación que justifique semejante desprolijidad en la hermenéutica histórica, en la cual una gestión se arroga la exclusividad de una política de estado consensuada en gestiones anteriores.
Lo interesante del caso es que la “cocina a fuego lento”, y la multiplicidad de “libaciones” en esta convivencia democrática, a pesar de no estar contemplada en su totalidad en la feria del libro oficial próxima a inaugurarse, se nutre de los aportes que se presentan en sociedad en espacios de difusión diferentes, aportando significativamente, cada uno a su modo, con sus virtudes y limitaciones, a la construcción de nuestra identidad y nuestra cultura formoseña.