Historias de formoseños: eran amigos aunque descubrieron que se amaban, pero su gran amor tuvo un destino fatal

Cielo y Juan compartieron todo desde que él tenía 17 y ella 22. Los dos habían tenido un hijo siendo demasiado jóvenes, y eso los unió en las confidencias y horas compartidas. La vida y otros amores los separaron. Hasta que en medio de la pandemia descubrieron que se querían mucho más allá de esa amistad. Los miedos, la noche en que se animaron a besarse y el final inesperado.

No hay dial para medir la intensidad de un amor. No hay altímetro para ver cuán alto vuela ni sonar para ver cuán hondo cala. Tampoco sirve la suma de besos entregados o la resta de lágrimas volcadas sobre la almohada. Pero quizá pueda medirse por su ausencia y por las huellas que ha dejado.

Si dibujó siluetas en una cama vacía -como cantaba Pablo Milanés en el Breve Espacio en que no estás- u olvidó al irse olores a almendras amargas -como escribió Gabo García Márquez en El amor en los Tiempos del Cólera– o dejó cicatrices talladas sobre los huesos húmedos de la desdicha, sabremos que ha pasado por ahí un gran amor. Como este del que hablaremos hoy que fue interrumpido por la muerte.

EL CIELO DE FORMOSA

Cielo nació en Formosa y pasó su infancia con su abuela paterna Beatriz y un hermano mayor. Su mamá se había desentendido de ellos para formar una nueva familia y su papá, simplemente, trabajaba demasiado.

“Fui al colegio primario, a la secundaria y, después, estudié enfermería”, así sintetiza Cielo la primera etapa de su vida. A los 20 años tuvo una hija de un noviazgo que no prosperó: Rocío.

Cuando la bebé ya tenía 2 años (hoy tiene 15), Cielo conoció por amigos en común a quien sería el gran amor de su vida: Juan, un adolescente de 17 años. Él era hijo de padres divorciados y todavía estaba cursando quinto año del colegio. Los unió mucho que él también tuviera una hija de una relación ocasional. Los dos eran padres demasiado jóvenes y, entre charlas y consejos, se gestó una profunda amistad.

“Juan empezó a venir mucho a mi casa. Me encantaba su personalidad alegre, positiva y divertida. Sonreía todo el tiempo y se le hacían hoyuelos en los cachetes. Éramos verdaderos amigos. Él se peleaba con su mamá y venía a dormir a mi casa. A mi abuela la amaba. Nos contábamos los miedos, nos dábamos ánimo y estábamos todo el tiempo juntos.

Yo conocí a sus novias y él a mis novios. Nos convertimos en carne y uña, éramos re pegados. Cuando se quedaba a dormir, al día siguiente yo me iba en moto a trabajar y él se iba al colegio. Para tener algo de dinero y poder salir Juan hacía algunos trabajos con sus tíos. Lo cierto es que nos veíamos casi todos los días”.

SEPARACIÓN, CORONAVIRUS Y REPATRIACIÓN

Pasó el tiempo y la amistad siguió adelante. Pero las cosas cambiaron cuando Rocío tenía 5 años y Cielo formó una nueva pareja con un odontólogo llamado Pablo.

“Nos mudamos a otro barrio, lejos de mi abuela. Pablo era tan celoso que me tuve que alejar de Juan. No entendía nuestra amistad. Siempre pensó que ahí había algo más. La situación me parecía ridícula, pero para evitar conflictos me fui distanciando. Lo hablamos con Juan y él lo entendió perfectamente. Nos vimos alguna vez, medio de casualidad, y solo nos comunicábamos por redes sociales. Inevitablemente la relación se enfrió”.

En julio del 2020, ocho años después y en plena pandemia por Covid 19, Cielo se separó de Pablo. Ella se mudó a otra casa y fue justo en ese momento que Juan le escribió por las redes para contarle que había regresado de vivir en Chile después de una experiencia laboral que se había frustrado por la aparición del coronavirus. Juan no había podido renovar sus papeles y había tenido que volver a Formosa repatriado por la Embajada argentina.

“Lo mandaron quince días a un hotel donde quedó aislado. Yo justo tenía Covid y también estaba aislada, pero en mi casa. Juan me contó que su idea era volver a Chile. Cuando los dos salimos del aislamiento, nos encontramos. ¡Habían pasado varios años! Eran los primeros días de agosto del 2020 cuando vino a comer a mi casa. Mi hija, que tenía 12 años, estaba fascinada con él. Todavía no se podía salir y había que tener permiso para circular.

Fue esa noche, cuando Rocío se fue a dormir y nos quedamos solos, que Juan me dijo todo lo que sentía por mí. Me confesó que siempre me había querido y que pensaba que no nos habíamos dado una oportunidad como pareja. Recordé que alguna vez, cuando éramos más jóvenes, él me había dicho algo al pasar, pero yo no le había dado importancia y solo me había reído del tema. ¡Él era muy chico! Esta vez ya era un hombre de 27 años y yo tenía 32. ¡Me dí cuenta de que me gustaba demasiado!”.

«Esa noche fue de puro romanticismo, solo charlaron, disfrutaron de la compañía y se miraron de una manera diferente. No hubo lugar para nada sexual».

CRÓNICA DE UN AMOR ANUNCIADO

“El primer mensaje que me mandó después de esa noche fue clave. Me escribió que esta vez teníamos la oportunidad de probar. Que éramos personas grandes con vidas resueltas. Le admití que tenía mucho miedo de enamorarme y de sufrir. ¡Le conocí muchas novias! Tenía temor al engaño. Para ese entonces, yo ya había encauzado la relación con mi mamá.

Ella también es enfermera y trabajábamos en el mismo sanatorio. Pero de todas formas era mi abuela paterna quien me seguía ayudando con mi hija preadolescente. Así fue que un día organicé para que Rocío se quedara con mi abuela Beatriz para poder estar a solas con Juan en casa. Esa tarde me produje como para una gran cita. Me maquillé, me puse tacos y música. No era algo espontáneo, todo estaba planeado. Juan llegó a las siete y media de la tarde y yo estaba muerta de vergüenza.

No sabía qué iba a pasar. ¡Era mi amigo y de pronto estábamos teniendo una cita! Empezamos tomando unos mates porque estábamos los dos re nerviosos. Nos reíamos de cualquier pavada. Parecíamos dos chicos, era muy gracioso. Queríamos pasar a otra etapa y no podíamos. Yo apagué la luz, pero enseguida la volví a prender. No sabíamos qué hacer. Me dio un beso y estallamos en carcajadas. Le dije que estábamos haciendo tonterías. En un momento me moví nerviosa y sin querer le pegué un cabezazo. ¡Le partí el labio! Todo salía al revés.

Otra vez, nos morimos de risa. Era una tragicomedia. Ese día fue la primera vez en mi vida que sentí amor. Entendeme lo que te digo: amor de verdad por primera vez. Pudimos concretarlo y al final, él temblaba porque también sentía lo mismo que yo. Fue la sensación más hermosa que tuvimos jamás. Ese día se quedó a dormir”.

Al día siguiente Cielo se fue a trabajar a las 6.30 de la mañana y Juan la acompañó hasta la entrada del hospital.

“No nos volvimos a despegar. Nos mandábamos mensajes todo el día. Todo era amor incondicional. A mi hija no se lo dije directamente y delante de ella no demostrábamos nada. Pero se veían y ella lo adoraba y charlaban mucho”, cuenta Cielo. Había comenzado el gran amor.

EL FATAL MES DE DICIEMBRE DEL 2020

En noviembre tuvieron una pequeña pelea y no se vieron por una semana. Cielo se había puesto celosa porque había visto una foto de él en una fiesta clandestina a la que no había querido ir. “Todavía no estaban permitidas las fiestas. Juan era muy amiguero y un día fue a un festejo clandestino. Soy insegura y cuando lo vi en una foto me enojé y no quise verlo por varios días.

Él insistió en venir y me encaró. Me recordó que había sido yo la que no quería ir a la fiesta y que era yo también la que evitaba mostrarme demasiado con él porque sentía que no había pasado suficiente tiempo desde mi separación. Tenía razón. Nos amigamos enseguida”.

El 2 de diciembre del 2020 la abuela de Cielo, tenía cita para internarse porque el 3 tenía una cirugía programada por un aneurisma de aorta.

Beatriz no salió con vida del quirófano. Tenía 64 años.

“Ella era como mi mamá. ¡La quería tanto! No podía creerlo. Justo Juan no estaba porque se había ido dos días de viaje con su papá. Volvió al día siguiente de la muerte de mi abuela y me acompañó con mucho amor en el golpe más grande que yo había tenido hasta ese momento en mi vida”, recuerda Cielo.

Así llegamos al domingo 20 de diciembre del 2020. “Esa noche Juan había organizado una despedida de año en la casa de un amigo. Yo estaba triste por lo de mi abuela y todavía sentía que estábamos en pandemia, pero Juan era más relajado. Mi hija se quedó con mi mamá y Juan me fue a buscar a las 9 de la noche. Él me dijo de pasar antes por la casa quinta de sus tíos que estaban de viaje y él estaba cuidando. Estuvimos juntos un buen rato y recién a las 11 de la noche fuimos a la fiesta. Fue muy lindo porque había gente que no veía desde hacía mucho tiempo. Él estaba feliz, radiante. Bailamos y nos reímos mucho.

Terminaba un año muy duro para mí. Un grupo de música empezó a tocar una canción de Ana Gabriel que dice algo así como ‘amigos simplemente amigos y nada más…’. Nos miramos cómplices y cantamos juntos. Saqué varias fotos con su celular.

Cuando terminó la fiesta lo ayudé a juntar todo lo que estaba tirado en el quincho. Tenía frío y él me dio su campera, me abrazó y me dio un beso delante de todo el mundo. Listo, ya estaba todo re blanqueado. Un amigo de él nos sacó una foto, la única que tengo de esa etapa de los dos. Nos fuimos juntos de la casa y pasamos por un kiosko donde compramos papas fritas, una gaseosa y una cerveza. Llegamos a la casa de sus tíos como a las 8 de la mañana.

Comentamos la fiesta, nos bañamos y nos acostamos. Tuvimos relaciones y, otra vez, tuve ganas de llorar del amor que sentía. Me quedé mirándolo. No podía creerlo. Me había re enamorado… Me dormí. Fue la última vez que estuvimos juntos. A las 12 del 21 de diciembre me llevó a mi casa. Nos despedimos sin pensar en nada, con un simple beso, y me bajé.

Adiós. Nos escribimos un par de mensajes más. Le alcancé a decir que me había encantado que me besara delante de todos. Me respondió que teníamos que ponerle un título a nuestro amor”.

Cielo continúa su crónica: “El 22 nos íbamos a ver, pero me surgió que tenía que ir a cobrar algo y le dije que nos encontrábamos después. Son días con muchas cosas previo a Navidad. Ya estaba arreglado que después de pasar la Nochebuena con nuestras familias, después de las 12 nos íbamos a encontrar. Ese día fui temprano a la peluquería, me hice las pestañas y me ocupé de la comida. Eran las primeras fiestas sin mi abuela, tenía un gran sentimiento de tristeza. Juan me dijo: ‘Respirá hondo, largá el aire, respirá con calma’. Yo pensé: ‘Que año re podrido, menos mal que está Juan para acompañarme’”.

UNA NOCHE MALA

La Nochebuena la pasaban cada uno en su casa. Cielo con su mamá y con su hija Rocío. Pollo, carne al horno y ensalada rusa. Juan, con sus padres. La cita era para después de las 12, el 25.

“Apenas nos sentamos a comer, mi mamá se atragantó con un hueso de pollo. Eran las 22.30 de la noche de Navidad. Asustada la llevé al hospital de raje. Le pusieron un aparatito en la nariz para ver si era superficial o si le tenían que hacer una endoscopía para ver donde estaba. Decidí no contarle nada a Juan, no quería arruinarle la noche. Me preocupaba mi hija que había quedado sola en casa. A las 12 él me mandó un mensaje cariñoso donde decía ‘te quiero demasiado, por muchos más años’.

Le respondí que saber que estaba él me hacía bien y me contestó: ‘Te busco para el after’. Justo vienen a decirme que mi mamá va a entrar al quirófano por la mañana, después de las 7.

Entonces, volví a mi casa. Encontré a Rocío que lloraba abrazada a la foto de mi abuela. Hablé con Juan. Le conté lo que había pasado y le dije que me iba a acostar un rato. Cuando me levanté fui directo al hospital. Me dejaron pasar y justo veo llegar un chico en camilla con una fractura expuesta. La enfermera me cuenta que fue por un accidente de motos y me dice: ‘Esto no es nada ahora va a empezar el movimiento, como siempre pasa en Navidad’. De pronto escucho gritos en la guardia y veo pasar otra camilla. Era un chico joven, pero no le ví la cara. Le pregunto a la misma enfermera qué había pasado.

Me dice, textual, que es un chico joven que “llegó eviscerado” y que había entrado en paro cardíaco. Intrigada quise acercarme para mirar, pero un policía me detuvo. Me dijo que no podía pasar aunque fuera enfermera. Me fui al cuarto de mamá.

Al rato vuelvo a salir al pasillo y veo a una mujer llorando a gritos por su hijo. Le pregunto cuál es su hijo si el de la fractura y me dice que no, que su hijo es el que había sido apuñalado por defender a una persona. Consolé unos segundos a esa mujer para mí desconocida. Luego, la policía fue a pedirle que fuera a hemoterapia para buscar sangre. En ese momento no me di cuenta de que era la mamá de Juan, hacía años que no la veía…”.

La cirugía de la mamá de Cielo se atrasó por las urgencias que habían llegado y ella se volvió a su casa un rato para ver a Rocío y organizarse. Estaba ahí cuando le entró el llamado que le cambió la vida.

Era una amiga.

-Negra estás bien.

-¿Me decís por mamá? La operan más tarde

-Gorda… lo mataron.

-¡¿¿Qué??!

-Apuñalaron a Juan.

El mundo de Cielo se paralizó. Cortó y empezó a llamarlo desesperadamente. Juan no atendía: “Llamé a todos los amigos. Nadie me atendía. Ahí empecé a pensar en el chico del hospital y en la mujer que había consolado unos segundos… Me fui directo al hospital a buscarlo. No podía respirar. Nadie me decía nada. Yo lloraba y lloraba buscando información. En un momento alguien se me acercó a preguntarme si yo era la novia de Juan y me anunció que ya lo habían llevado a la morgue judicial”.

Cielo se enteró de que esa noche navideña, mientras ella acompañaba a su madre en el hospital, Juan había visto a un tipo golpeando a su ex mujer. El joven quiso interceder para defenderla, pero el sujeto le asestó una puñalada.

La mamá de Cielo se recuperó y al volver a casa se enteró de la tragedia.

En el juicio, donde el hombre que lo mató fue hallado culpable, se dilucidó que la cuchillada iba destinada a su ex mujer, pero justo Juan se había interpuesto. Había dado la vida por esa chica que no conocía.

Ese 25 de diciembre del año 2020 se interrumpió abruptamente la historia de amor entre Cielo y Juan. Había durado cuatro meses.

“Fue el gran amor de mi vida y duró tan poco. Qué dolor, las dos personas que marcaron mi vida se fueron casi juntas. ¿Sabés que los dos cumplían años el mismo mes? En junio con nueve días de diferencia. Este año Juan hubiese cumplido 30 años”, dice Cielo -a punto de cumplir 35- con la voz apagada.

Mientras habla su voz delata la huella. Esa huella sonora que deja el sabor amargo de la tristeza. No hay sastre mágico que pueda zurcir semejante desgarro. Solo queda pensar que, al menos, Cielo tuvo la dicha de haber vivido una breve, pero gran historia de amor. No todos la tienen.

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