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El escritor narró un anticipo de la historia que será publicada en los próximos meses sobre el joven que emigró a temprana edad, luchó contra sus detractores y se consagró campeón del último Mundial.
Se rompió la pared. La frase alguna vez enunciada por Ángel Di María tras haber ganado la Copa América 2021 podría aplicar tranquilamente a Lionel Messi porque el emblema de la selección argentina ganó el título que anhelaba y que pudo cumplir con su consagración en el Mundial de Qatar.
Pero su camino incluyó derrotas dolorosas, su renuncia al equipo nacional, el regreso y la perseverancia que lo distinguió en el último tiempo, ítems que volcó el escritor Hernán Casciari en un emocionante texto que llamó “La valija de Lionel”.
Uno de los panelistas del programa radial Perros de la Calle (FM Urbana Play) dio a conocer un adelanto de la crónica que se publicará proximamente y que está dedicada a ese joven que debió emigrar hasta España para cumplir su sueño de ser futbolista.
“Las reflexiones nuestras no son serenas ni felices, porque, generalmente, el francés en el minuto 118 patea y el ‘Dibu’ no la ataja. Hay una cosa que me pasó ayer y que escribí una larguísima reflexión para la próxima Revista Orsai, pero quiero compartir ahora en caliente.
Entonces hice un pequeño resumen”, contó en referencia a la ocasión que falló Randal Kolo Muani en el cierre del partido y dio inicio a la historia en la que se centra esta nota.
“En las entrevistas post partido, todas las preguntas las respondía con un sí o con un no. A veces decía ‘gracia’ y después bajaba la vista, no hablaba mucho».
“Yo me acuerdo que los sábados del 2003. A la mañana. En el canal TV3 de Cataluña, se transmitía en directo los partidos de las inferiores del Barcelona. Los sábados a las 11:30 y los domingos a las 9:30. En los chats de argentinos emigrados se repetían dos preguntas: ‘¿Cómo hacemos dulce de leche hirviendo lata leche condensada?’ y ‘¿a qué hora juega el chico rosarino de 15 años que hacía goles todos los partidos?’”, comenzó.
Y siguió con su narrativa: “En la temporada 2003-2004, Lionel Messi jugó 37 partidos y convirtió 35 goles: el rating matutino de la TV catalana, esos sábados, superó al nocturno. Mucha gente empezaba a hablar de este nene. En las peluquerías, en los bares y en las tribunas del Camp Nou. El único que no hablaba era él”.
“En las entrevistas post partido, todas las preguntas las respondía con un sí o con un no. A veces decía ‘gracia’ y después bajaba la vista, no hablaba mucho».
Los argentinos emigrados hubiéramos preferido a un charlatán, pero había algo bueno cuando por fin hilvanaba una frase más o menos larga, se comía todas las eses y decía ful en lugar de falta”, señaló sobre los modismos que siempre acompañaron la carrera del máximo emblema de la Albiceleste: “Descubrimos, con alivio, que era de los nuestros, de los que teníamos la valija sin guardar”.
El autor del cuento “Messi es un perro” explicó esa metáfora escrita en la crónica que será divulgada en la edición de febrero. “En esa época había dos clases de inmigrantes en Barcelona: los que guardaban la valija en el ropero, ni bien llegaban a España, decían ‘vale’, ‘tío’ y ‘hostias’. Y los que teníamos la valija sin guardar manteníamos las costumbres, como por ejemplo el mate o el yeísmo.
Decíamos yuvia, decíamos caye, para no olvidarnos. Empezó a pasar el tiempo. Messi se convirtió en el 10 indiscutido del Barça. Llegaron las Ligas, las Copas del Rey y las Champions. Y tanto él como nosotros, los inmigrantes, supimos que el acento era, de todas las cosas, lo más difícil de mantener”, profundizó.
Las formas del habla fueron uno de los ejes del texto sobre ese joven rosarino que no cambió su vocabulario en ningún momento: “A todos nos costaba mucho seguir diciendo gambeta en vez de regate, pero al mismo tiempo sabíamos que era nuestra trinchera final. Y Messi fue nuestro líder en esa batalla. El chico, aquel que no hablaba, nos mantenía viva la forma de hablar”.