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La moto avanza por el costado de la ruta. No es una colectora sino ese resto de asfalto por fuera de la línea, apenas un sobrante. La aparición de un primer semáforo indica la entrada a la zona urbana de la ciudad de Formosa, capital también de la provincia. La moto de Chela se detiene detrás de otra moto, que está detrás de otra. Se arma, de pronto, una fila. Son todas motocicletas de 125 cilindradas con la misma forma, el mismo modelo, el mismo sonido. Todas entran a la ciudad. Todas, presumo, con sus motivos.
El de Chela (Graciela Ester García, 39) es asistir a clase en el Instituto Superior de Formación Docente Felix Atilio Cabrera. Todas las tardes entra a las cinco de la tarde y sale a las diez y cuarto de la noche. Vuelve a su casa por el otro borde del asfalto, besa a sus hijos, a sus sobrinos, a su hermano, con todos ellos vive, y se acuesta a dormir. Cuando cante el gallo, o incluso antes, Chela ya estará despierta una vez más. Tomará la moto y conducirá pocas cuadras a través del barro, también hasta la vera del asfalto pero en su propio barrio, y entrará a dar clases esta vez en la Escuela Provincial Juan Carlos Arévalo 335. Ahí sucede exactamente lo contrario de lo que sucede a la tarde, no solo por ser maestra y no alumna, sino también porque transmite conocimientos de un paradigma cultural opuesto, lo que había para saber antes de que llegaran, por decir, los otros.
“Yo vivo y pertenezco al barrio Nam Qom. Nací acá, de cuando el barrio era solamente monte. Había casitas de barro, hechas con palmeras, hechas con cartón en el techo. Pero ahora hay viviendas, hay agua potable, hay luz. Creció mucho”, dice. El barrio del que habla se constituyó hace varias décadas en las afueras de Formosa, luego de que por decreto provincial se les otorgara las tierras a las comunidades qom que lo habitaban. Con el tiempo fue pasando y en uno de los bordes del barrio se encuentra la escuela en la que es maestra.
Escuela 335 en este instante: un chico pasa por delante de Graciela y la abraza. Ella pone las manos en su cabeza y le mueve el pelo cariñosamente, el chico se va. Aparece otra chica, la abraza. Ella repite el movimiento. La fila de chicos y chicas es larga, nadie pasa por su lado sin abrazarla.
“Yo siempre fui una persona muy afectiva. Soy una de las que defiende los derechos de los niños, porque son los más vulnerables ante la sociedad”, dice. Y agrega: “Siempre trato de marcar eso a los colegas. Por ahí hay algunos que no les gusta que se acerquen los chicos, pero yo siempre trato de decir en las reuniones de personal que comprendan ese lado de los chicos, porque estos dos años que pasaron de pandemia no fueron fáciles, para ninguno de ellos. Perdieron a sus padres, a sus tíos, sus abuelos, algunos a sus hermanos…”. La propia Graciela perdió a su madre durante la pandemia, aunque no por COVID. No pudo velarla como indica su tradición, y todavía se forman silencios en sus palabras cuando lo recuerda. Y prefiere, entonces, hablar de la escuela.
-¿Cuál es tu rol dentro de la institución?
-Nuestro rol como MEMA es alfabetizar en nuestra lengua materna, que sería el qom. Eso lo venimos trabajando hace más de 15 años. Los chicos vienen ya sabiendo hablar de la casa, lo que tratamos es de enseñarles a escribir y a leer.
-¿Vos tuviste tu propia maestra MEMA cuando eras chica?
-Sí, en la escuela primaria, en el nivel inicial.
-¿Fueron importantes para vos como niña?
-Sí, muchísimo, muchísimo. Formaron parte, además, de mi formación como docentes indígena, porque me ayudaron a leer en su momento, a leer cuentos y relatos, y es lo que estamos haciendo ahora con nuestros alumnos.
-¿Cómo es la tradición que traen los chicos de sus casas? ¿Se les inculca aún la cultura qom en sus familias?
-Eso es algo en lo que trabajamos. A través de la escritura, de las leyendas, los cuentos, las tradiciones que hay en cada casa, porque cada casa, cada hogar, tiene su tradición, tiene su modo de mirar, resguardando siempre lo cultural, la identidad cultural. Ahora nosotras estamos tratando de fortalecer la escritura, porque antes se nos transmitía a nosotros nuestro lenguaje, nuestra lengua materna, por la oralidad. Ahora tratamos de escribirla para que se mantenga y que las futuras generaciones sepan leer.
-Hace algunos años el rol de la maestra MEMA era más bien de traductora al qom de las materias generales. Ahora tienen sus propias materias. ¿Cómo fue ese cambio?
-Nos costó mucho ganarnos nuestro espacio para tener nuestras propias cargas horarias, nuestro propio horario de clase, porque anteriormente no teníamos ese espacio. Ahora tenemos un espacio, un área donde desarrollamos nuestras actividades de acuerdo a nuestro contexto sociocultural, con nuestros propios contenidos, contenidos significativos de nuestra comunidad.
-¿Había alguna tradición que se haya perdido?
-Hasta ahora se siguen practicando las tradiciones. Por ejemplo, la concepción de lo que es ser niña y pasar a ser adolescente. Cuando una niña tiene su primer periodo menstrual, a la niña se la lleva a la casa, se le pone un tul, un mosquitero y se la deja ahí. ¿Por qué razón? Porque los padres no quieren que mire el suelo o afuera, porque había un cuento en el que cuando una niña miró el cielo, miró afuera, casi se derrumba la tierra. Es por eso que se sigue manteniendo esa tradición, de dejar a la nena dentro de la casa y si va al baño, se le pone un pañuelito que le tapa la cabeza y se va derecho para el baño.
-¿Eso se sigue manteniendo?
-Eso se sigue manteniendo hasta hoy en día, sí.
-¿La vida para las mujeres del pueblo qom cambió en los últimos años?
-Sí, las mujeres indígenas en años anteriores eran muy sumisas. Ahora yo estoy como facilitadora judicial dentro de la comunidad y trato de ayudar a mi gente, a las mujeres, a los niños sobre todo, porque hay mujeres que sufren violencia de género. Trato de acompañarlas a la comisaría para hacer la denuncia cuando corresponde y recién ahora se están animando las mujeres a hacer las denuncias. Eso cambió mucho.
La escuela Juan Carlos Arévalo 335 tiene 1500 alumnos, es jardín de infantes, primaria y secundaria. Sus alumnos son mayoría chicos y chicas de familias Qom del barrio Namqom, que circunda la escuela. Es una de las instituciones que tiene “modalidad aborigen”, un programa escolar que incluye materias y horas de estudio dedicadas a la cultura aborigen propia de la zona en la que esté la escuela, en este caso, Qom. Chela es lo que se conoce como MEMA (Maestra Especial de la Modalidad Aborigen), y se encarga de transmitir la lengua Qom a sus alumnos. La provincia tiene un total de 316 unidades educativas de este estilo, llamadas “Educación Intercultural Bilingüe” (EIB). En total hay matriculados cerca de 20 mil estudiantes en los cuatros niveles del sistema formativo (Inicial, Primario, Secundario y Superior).
La misión de estos programas, según su descripción formal, es “construir e institucionalizar escenarios escolares, implementar metodologías de enseñanza y estrategias de aprendizaje, y desarrollar modos propios de evaluación del proceso educativo en el que la comunidad tome parte y donde las lenguas indígenas en uso y sus culturas tengan plena participación y aporten, desde sus riquezas y potencialidades”.
En la provincia de Formosa viven, según el viejo censo del 2010, cerca de 527.895 personas (otro censo provincial del 2017 indica que ya son casi 600 mil habitantes). El mismo registro de 2010 indicaba que hay en el país 955.032 habitantes de pueblos originarios (el 2,38% de la población). De ese total, poco más de 38 mil personas viven en Formosa y representan el 7,21% de la población provincial. Se distinguen 192 comunidades: 116 de origen Wichi, 50 Qom (también llamados Toba), y 26 Pilagá.
Chela es qom. Cuando canta, se le dibuja un rasgo espiritual que no se ve en otros momentos. Le pedimos que nos cante una canción de cuna, una de las tantas que ella conoce. Dice que sí, pero que necesita algo. Se acerca a uno de los placares del aula y busca una muñeca. Vuelve a su silla, arropa al bebé de juguete, y como si fuera un hijo o una hija o una niña abandonada en sus brazos Chela comienza a cantar. Y es como si vibrara.
-¿Está viva la lengua qom?
-Está, está viva, y ojalá continúe así. Pero hay que trabajar por eso. Espero que se mantenga la tradición de las MEMAS porque hay muchos jóvenes a quienes les gusta, les interesa, quieren ser maestros ellos mismo un día de la modalidad aborigen, y continuar así con el respeto, con la identidad, con el trabajo de conservar lo nuestro. Hay bastantes jóvenes interesados.
-¿Cómo es el vínculo con quienes ustedes llaman “criollos”? Es decir, los que no son qom.
-Nuestros colegas en la escuela respetan mucho nuestra cultura. Tratan de trabajar con nosotros, integrarse a nuestro mundo, porque es un mundo aparte, digamos. Tenemos nuestros modos de ser, tenemos nuestras posturas, también, pero siempre a través del respeto, a través del diálogo. Así se desarrollan las actividades en nuestra escuela.
-Antes había caciques en la comunidad y hoy ya no, ¿cierto?
-Sí, en años anteriores sí había caciques dentro de la comunidad, pero hoy con el tema de la política se empezó a dividir la comunidad. Entonces, ahora hay referentes políticos, ya no más caciques.
-¿Es distinta la comunidad qom de acá, cerquita de la ciudad de Formosa, a la comunidad qom del interior de la provincia?
-Es muy distinta, por eso cada comunidad tiene su representante. Hay comunidades del interior que todavía se mantiene el cacique, ahora en nuestra comunidad no hay cacique, hay representantes políticos.
-¿Cómo juega la presencia de internet en los chicos? ¿Los aleja o los acerca al mundo qom?
-Ellos están más cerca, porque se informan también de lo que está pasando en otras comunidades indígenas, no solamente de la provincia, sino del país y de otros países también. Pero claro que esto depende de la familia, de cada padre, de cada madre.
-Antes de despedirnos, ¿podrías contar alguna leyenda qom?
-Hay muchísimas leyendas que se pueden contar, la del ñandú, el zorro, la leyenda del arcoiris. Nosotros no le decimos “arcoiris”. La leyenda empieza con un relato de una laguna, en donde se encuentra un hombre cazador. Este hombre se acerca a una laguna para pescar, pero antes empieza a orar, porque en nuestra cultura qom cada vez que uno se va al monte a buscar sus necesidades, debe orar porque para nosotros hay un ser espiritual que cuida el monte, que cuida el agua, como así también el agua que viene del cielo. Nosotros tratamos de pedirle permiso a ese ser espiritual, para que nos vaya bien en la caza, en la pesca, en la recolección. Así que este hombre un día fue a la laguna, se acercó para buscar sus necesidades y empezó a orar, pero apareció una víbora gigante del agua. Esta víbora trató de llevarse al hombre hasta lo más profundo del agua, entonces este hombre empezó a rezar. Y entonces sale el arcoiris y el reflejo de los colores del arcoiris se refleja en el agua y le da brillo, y la víbora suelta al hombre, al cazador. Y así es como surge la leyenda, que dice que el arcoiris, a través de los colores y de su brillo, salvó al cazador. Y el hombre, agradecido, vuelve a la orilla del río y agradece. Así es como surgen los siete colores del arcoiris. (Fuente Infobae)