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El idioma formoseño básico resuena y su oleada de contagio no para de crecer. Hay quienes se ríen, quienes lo miran con menosprecio y quienes simplemente lo llevan con orgullo. Sin embargo, ni los mismos formoseños son conscientes de su origen. El mestizaje no es sólo étnico sino también cultural y lo mismo sucede con la lengua. Es por esto que el Norte Argentino tiene una forma tan particular de expresarse. Nada es casualidad y nuestro lenguaje tampoco.
¿Cuántas veces escuchamos que la manera en la que hablamos es “incorrecta”? El estándar lingüístico tiene como referente a la variante rioplatense dejando afuera otros regionalismos, como los del norte argentino. La lengua, sin embargo, está en constante movimiento y se nutre de los vaivenes históricos, sociales y culturales de un pueblo. ¿Podemos decir que hablamos “mal”? Nuestra mirada se centra en Buenos Aires como referente, muy lejos de nuestra habla cotidiana. Por eso sorprende saber que utilizamos más de 200 expresiones provenientes del guaraní (por la cercanía con el Paraguay) con otras del lunfardo.
Muchas veces nos cuestionamos acerca de cómo nos ven el resto de los argentinos. Amigables y hospitalarios son adjetivos que nos describen como formoseños. Pero ¿cuál es la visión que tienen sobre nuestras expresiones? Soplamos entredientes a la letra “r”, muchas veces la “s” no existe y preferimos la forma más simple del verbo por encima del pretérito perfecto o verbos compuestos como en provincias vecinas.
Esto es parte del lenguaje formoseño básico. Una perfecta combinación entre vocabulario heredado, costumbres adquiridas y herencia cultural. Las redes sociales, como eco de nosotros mismos, refleja esta singular adaptación del español que se expandió en estas tierras.
Palabras características de la zona y expresiones que nos hacen reír de nosotros mismos. Una idiosincrasia que lejos de ser una carga, es una cualidad de nuestro acervo cultural que nos trasciende como sociedad.
NUESTRAS EXPRESIONES
El formoseño no anda desganado, anda “caigüé”; no duerme, sino «apoliya«; no dice pobrecito, dice “angá”; si se desconcierta, queda regulando y cuando se enoja te manda a freír mondongo.
El formoseño para advertirte de algo, no te dirá cuidado, sino “chaque”; Si caés antipático, serás “argel” y si te mandan a llavear, te están pidiendo que cierres con llave.
El formoseño no tiene hambre, tiene “lija”; no dice qué mala suerte, dice “qué sal”; si se enoja, se “picha”; y si algo está torcido, para el formoseño está “chingueado”.
El formoseño si le agarra frío, tiene “chucho”; y si está aturdido, está “abombado”. Pero si se pasó de copas, está “caú”.