«Un día estaba mal, era el mes de enero, no había trabajo, no tenía un peso. Y cuando uno tiene familia, busca hacer cualquier cosa. Entonces me dijo que fuera a verlo en su departamento, en Anadón 1071. Me fui para ahí pensando en que iba a tener trabajo. Subí, me atendió el señor, y me abrazó, me besó y empezó a hacerme cosas, me bajó los pantalones y se mandó el miembro en su boca. Yo lo que hice es apartarlo, le dije ‘pará, qué es lo que pasa, yo vengo por el trabajo, no por esto’. Y él me decía «entregate, papito, entregate«.
Quien habla ante esta cronista, sumido en la vergüenza, es Alfredo Suasnabar, de 55 años, trabajador de la construcción en Río Grande, Tierra del Fuego. Pide disculpas por lo que va a contar «delante de una dama». Es uno de los que denunció ante la Justicia al intendente local, Gustavo Melella, de abuso y acoso sexual a cambio de trabajo.
Oriundo de Tucumán y condición muy humilde, está desempleado desde hace 11 meses.Infobae viajó a Río Grande y Suasnabar aceptó hablar «para que otros hombres, padres de familia, no pasen por esta situación, que tengan que pagar un precio por tener un trabajo para vivir dignamente«.
Suasnabar conoció a Melella en busca de trabajo después de que el intendente visitara el barrio donde vive su amigo Damián Rivas, y éste le pidiera empleo. El intendente les dijo que vayan a verlo a la Municipalidad y les pidió sus números de teléfono. A partir de ese momento, ambos relatan que comenzaron los mensajes de acoso sexual, primero vía telefónica, y luego en persona.
«Desde el día que habilité el monotributo, el señor intendente comenzó a mandarme mensajes de WhatsApp y también me llamaba y me preguntaba si la tenía grande, en referencia al pene, porque él la quería sentir, y siempre me pedía si conocía a alguien para presentarle. Me decía que yo era un cagón y que nunca iba a hacer nada, y que no podía creer que no tenía ningún conocido para presentarle. Pero yo no iba a llevar a nadie conocido para eso», declaró Rivas ante el juez Raúl Sahade, titular del Juzgado de Instrucción Nº 2 de Río Grande, según consta en su testimonial a la que accedió Infobaeen exclusiva.
Rivas fue el primero que decidió buscar un abogado para reclamar el dinero que les quedó debiendo la Municipalidad por el trabajo que hicieron en el Centro Tecnológico local. Desde entonces no pudo conseguir otro trabajo y sobrevive haciendo changas.
Rivas y Suasnabar declararon en la causa abierta sobre presuntas irregularidades en la adjudicación de la obra pública local en favor de empresas «amigas», a partir de una denuncia realizada por Francisco «Paco» Giménez. Este abogado de Río Grande pidió que se los cite como damnificados, ya que esas maniobras los habrían dejado sin cobrar el trabajo que habían realizado en el Centro Tecnológico.
Pero una vez frente al juez Sahade, no solo contaron que los desplazaron de esta obra y no les pagaron. Con detalles explícitos, declararon haber sido acosados y extorsionados por el intendente a tener sexo con él, a cambio de darles trabajo en alguna obra local. Según relataron, Melella los convocaba a solas a su despacho en la Municipalidad o los citaba en su departamento de la calle Anadón, en el barrio Chacra II.
«Me pidió que me acostara con él»
En la Justicia se sumó un tercer testimonio, el de Mario (su abogado pidió mantener en reserva su apellido), otro obrero de la construcción oriundo de Formosa, de muy bajos recursos, que se convirtió en querellante.
«Me empezó a decir que si quería entrar en la Municipalidad era a cambio de que esté con él, que me acueste con él. Y en ese momento me empezó a tocar y tuve miedo de que me haga una denuncia porque es funcionario público, pero necesitaba plata en ese momento. Me tocaba el pene por arriba de la ropa, y me dijo que si yo estaba con él, iba a entrar a la Municipalidad, que me acostara con él (…) Tuve relaciones sexuales con él, pero porque él me apuró, yo tenía miedo. Recuerdo que no le gustó que yo le diga que no era así como tenían que ser las cosas, así que decidí irme y me dio quinientos pesos», declaró Mario ante el juez Sahade.
Infobae accedió a su testimonial completa, que contiene detalles explícitos de otra situación de índole sexual en la casa de Melella en el barrio Aeropuerto, donde estuvo Mario con otro albañil conocido suyo, de nombre Alejandro, al que le dicen «el canoso».
Mario tampoco pudo cobrar la totalidad del dinero acordado por el trabajo y por eso contactó a Giménez como abogado. Luis Vaquera, el contratista puesto por la Municipalidad para subcontratarlo en la obra del Gimnasio Margen Sur de la ciudad fueguina, le quedó debiendo unos 200.000 pesos. Sus reclamos a Melella por el pago no tuvieron respuesta.
Hace 20 días Mario se volvió a su provincia, Formosa. Infobae intentó hablar con él, pero pidió hacerlo más adelante. Según su abogado, «lo pasó muy mal, está muy avergonzado porque fue acusado de muchas cosas en su barrio».
Este medio contactó a Melella, quien prefirió no hacer comentarios.
El intendente no está hasta ahora imputado en la denuncia por los presuntos abusos, ya que el fiscal mayor Guillermo Quadrini no requirió aún en los hechos de índole sexual, lo que sucedería esta próxima semana.
Los intentos por cobrar
Proveniente de Formosa y de oficio carpintero, Rivas se instaló hace cuatros años en Río Grande en busca del trabajo. De 58 años, vive con su mujer y sus tres hijos – dos nenas y un varón entre 5 y 16 años-, en una humilde casilla recubierta de chapa en la barrio Miramar, en la que recibió a Infobae. Está ubicada en una calle de tierra, a pocos metros de la costa marítima, donde el viento sopla aún más fuerte que en el centro de la ciudad.
Sentado en la única mesa plástica que hay en la estrecha cocina-comedor, y tras haber hecho salir a sus hijos al frío día soleado para que no escuchen, se dispone a contar lo que vivió desde principios del año pasado.
Con voz pausada pero firme relata que, tras haberle pedido trabajo a Melella, más de un año después finalmente lo llamaron para hacer la obra del Centro Tecnológico de la Ciudad. Convocó a 8 obreros para ese trabajo y lo presupuestó en $ 637.000. Con las facturas en la mano, asegura que el Municipio solo le pagó $ 110.000 como adelanto para los materiales y nunca canceló el resto. Cuando el trabajo estaba casi terminado, Rivas cuenta que le dieron la obra a Patagonia Construcciones SRL, una empresa vinculada al marido de la secretaria privada del intendente, Norma Menéndez. «Según tengo entendido, (Patagonia Construcciones) facturó 3 millones y medio de pesos. Lo más triste es que yo no cobré», se lamenta.
En su intento para que le paguen, Rivas volvió a contactar al intendente por celular. Durante la entrevista, le muestra a Infobae los mensajes de su celular intercambiados el 21 de agosto último, en los que Melella le responde que vaya a verlo a la Municipalidad.
Recuerda que ese día «estaba desesperado porque tenía dos boletas de luz vencidas» y que por eso decidió ir. Detalla lo que -según él- sucedió dentro del despacho: «Me empieza a besar, me toca, me hace cosas… la verdad las veces que fui ahí, fue así… Me pedía tener relaciones a cambio de trabajo efectivo. El reclamo del pago que yo le hacía no le interesaba. Me decía ‘papito venite, te extraño’. Yo me ponía re mal. Después por teléfono me mandaba cosas».
Rivas todavía no pudo cobrar esa deuda y lo atribuye a que rechazó las propuestas sexuales de Melella. «Claramente, cuando no logra su cometido, no me paga y no me da trabajo. Pero nadie se anima a denunciarlo. Yo no lo voy a dejar pasar. Hace un año que estoy así, he pasado momentos difíciles, no he tenido para comprar una garrafa o pagar la luz, pasé muchas necesidades», sostiene.
Luego de declarar ante la Justicia, dice que fue contactado telefónicamente por Héctor Fabián Daldi, un empleado del Concejo Deliberante, que luego se presentó en su casa como «un emisario del intendente«, ofreciéndole dinero y un puesto en planta permanente de la Municipalidad a cambio de retirar la demanda.
«Cuando hago la denuncia, pongo el teléfono a disposición, llevo todas las facturas que tengo, ahí me empezó a ofrecer plata, trabajo, de todo. Primero me ofrecía 6 millones de pesos, después 7. No tengo por qué agarrar una oferta de plata ni de trabajo. Yo creo en la Justicia y espero que se encargue de hacer su trabajo», le dice a este medio.
Por esta situación que narra, su abogado Giménez hizo días atrás una nueva presentación en la que advierte que «Melella, luego de conocido el tenor de la denuncia por las filtraciones del poder judicial, ha desplegado una serie de maniobras de hostigamiento a los denunciantes por intermedio de personas que invocan su nombre«, por lo que pidió protección para Rivas y Mario, quien también habría sido contactado con una oferta de dinero para retirar la demanda.
El abogado solicitó, asimismo, una pericia de sus teléfonos, del de Melella y el de Daldi, y que se lo cite a declarar a este último. El juez Sahade no le hizo lugar hasta ahora a ninguna de esas medidas.
Al propio Giménez también lo contactaron dos abogados, uno de ellos Juan Ladereche –abogado de Melella fallecido el pasado fin de semana de un infarto-, y un legislador que le habría ofrecido honorarios para que dejara de patrocinarlos, sin éxito.
«Novio casual»
Alfredo Suasnabar es oriundo de Tucumán y vive en Río Grande desde hace 8 años. Es amigo de «Don Rivas», quien se lo presentó al intendente y lo llevó a trabajar en la obra del Centro Tecnológico. También se quedó sin trabajo cuando fueron desplazados, poco antes de que concluyeran la obra. Desde entonces está desempleado y alquila una pequeña pieza en un barrio cerca del cementerio.
Ante esta cronista, duda en contar lo que le pasó «por respeto a una dama». Finalmente accede y, con timidez, comienza su relato. Recuerda que fue con Rivas a verlo al intendente por pedido de éste, y que Melella le ofreció solucionarle el atraso en el monotributo para así poder ser proveedor del Municipio. «Ese día me llamó y me dijo ‘¿te animás a tener un novio casual?’ Entonces yo le dije ‘disculpe, pero yo soy hombre y usted es hombre, no sé qué es lo que me quiere decir. ¿No le gustan las mujeres?’. Y me dice ‘esto es como el pollo, si te gusta el pollo comes pollo‘. Entonces yo le corté. Y al otro día me volvió a llamar diciendo cosas, ‘papito si te agarro, lo que te haría‘. Yo no respondía. Me dejaba mensajes de texto. Un día me dice ‘quiero que vengas a verme a mi casa y que me la pongas toda‘. Yo seguía sin responder. Eran muchas cosa feas las que me decía».
Necesitado por cobrar el dinero que le debían por la obra del Centro Tecnológico, contactó a Melella nuevamente quien le respondió citándolo en su casa, pese al pedido de Suasnabar de verlo en la oficina. Suasnabar baja la cabeza y hace una pausa, antes de continuar el relato de lo que sucedió una vez que llegó al departamento de Melella, un domingo de enero de este año, según asegura, contra su voluntad. Este relato coincide con el que hizo en sede judicial, como testigo y con la obligación de decir la verdad, tal como corroboró Infobae a través de su testimonial.
Esa no habría sido la última vez que Melella abusó de él. «Fui a la Municipalidad a llevarle un currículum y otra vez pasó lo mismo, me abrazó y me empezó a manosear. Me dijo que gustaba de mí porque el tipo que lo había penetrado la primera vez era un canoso, un viejo, y que por eso él tiene esos recuerdos y que yo le gustaba mucho. Yo le dije ‘no, tengo familia y no me gustan los hombres’. Decía ‘te doy un trabajo y te quiero ver’. Hasta que un día Don Rivas consiguió un abogado e hicimos la denuncia, porque yo no quiero que pase más lo que pasó conmigo, porque es muy feo tener eso en la mente«.
Avergonzado, explica por qué para él era difícil resistirse a sus requerimientos bajo la promesa de trabajo. «Yo procuraba apartarlo, no reaccionaba en ese momento, no sabía si salir corriendo o darle una trompada. Si salgo corriendo, el tipo tiene cámaras filmando y piensan que le robé, o me pega un tiro. Que escapatoria puedo tener si estábamos dos tipos solos, es el intendente con renombre y yo soy un pobre peón, a quién le van a creer, si él es la autoridad del pueblo«.
«Nunca consentí esas relaciones. Uno sabe que no es justo y está violando una ley de Dios. Y me parece raro que el intendente, que estuvo en ese colegio de curas, no sepa lo que está haciendo es inmoral. No imaginé que iba a vivir esto alguna vez, menos a mi edad», se lamenta.