A la farónica obra del gasoducto le falta una cosita: el gas

Sepultado varios metros bajo el subsuelo de cuatro provincias yace uno de los mayores fracasos en materia de infraestructura del kirchnerismo. Se trata del Gasoducto del Nordeste Argentino (GNEA), una obra faraónica que el entonces presidente Néstor Kirchner anunció en noviembre de 2003, fue reprogramada en varias ocasiones durante la gestión de Cristina Kirchner y se anunció en más de 10 ocasiones.

Desde el punto de vista político, la obra está por arrojar una nueva ironía. Es que si bien fue una bandera de los anteriores ocupantes de la Casa Rosada, el proyecto será terminado a fines de este año por la gestión de Mauricio Macri. Pero desde la mirada económica se acerca a una tragedia: aunque el proyecto demandó una inversión del Estado superior a los US$ 1800 millones (US$ 500 millones se pondrán en 2017), será inútil por varios años.

El problema está en un error de cálculo al principio de la iniciativa. La obra estuvo pensada para enviar gas de Bolivia a la Argentina y llevarlo a algunas de las provincias que aún hoy no tienen suministro. Pero, 14 años después, falta el elemento esencial de todo el emprendimiento: el gas.

Si bien se comprometió por contrato con la Argentina, Bolivia hoy no tiene más gas para exportar, como se lo aclaró el ministro de Energía de ese país, Luis Sánchez, a su par local, Juan José Aranguren, a principios de febrero pasado.

Hugo Balboa es presidente de Enarsa, la empresa estatal a cargo de la finalización del GNEA. Días atrás lo reconoció en diálogo con la prensa: «La obra va a estar terminada, pero ahora no la podemos usar para lo que fue concebida. Para darle algún sentido económico la vamos a utilizar para almacenar gas en el verano», sostuvo.

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