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Hoy cumple años mi cuñada Betty. Por esas cosas que tiene la vida y los malos gobiernos, Betty sólo tiene a la más pequeña de sus hijas con ella para celebrarlo. Los otros tres retoños están lejos de Formosa.
Ayer pude ver por las noticias que un ministro del gobierno eterno y empobrecedor de Formosa nos llamó «Forroseños» a los que no comulgamos con la idea de que robarle el futuro, entre otras cosas, a los Formoseños es hacer buena política.
No hay estadísticas ciertas, ni agencia del gobierno provincial o nacional, ni consultora contratada por esos gobiernos que se animen a estudiar el fenómeno que hace que Betty quien hoy cumple poco más de 45 años tenga al 75% de sus hijos fuera de la provincia, poco importa a esos gobernante si es una mujer que trabajó toda su vida o si la pelea desde su lugar de formoseña bien nacida.
Sobrelleva la tristeza de tener que dejarlos ir, dos de esos hijos se vinieron conmigo entre 2008 y 2009. El tercero que apenas cumplió los 18, en junio se subió a un colectivo, con otros 10 chicos de más o menos su edad, en Colonia Mayor Edmundo Villafañe y se fue a Córdoba a buscar trabajo en un tambo. Una decisión que tira por tierra, ese absurdo prejuicio de los votantes macristas de que todos los que no pensamos como ellos, somos haraganes que quieren todo del estado.
El peronismo siempre fue pródigo en inventar adjetivos que buscan descalificarnos a los Formoseños. El «Forroseños» de González tiene la misma raíz autoritariza y fascista del «Formobicho» que patentó Vicente Joga, para referirse a los que adherían a Gildo Insfrán en su batalla interna por el control de la corrupción en el Estado Formoseño.
Soy parte de esa legión de formoseños que se vio en la jodida disyuntiva de seguir en la tierra que ama, o salir a buscar un futuro para sus hijos, o como esos miles de jóvenes que, desde siempre, resuelven aventurarse a la incertidumbre de la migración a la certeza de un futuro de pobreza y sometimiento a gente como ese ministro; que cree que inventando adjetivos nos degrada por no pensar que el latrocinio o el enriquecimiento ilegal y obsceno es algo bueno.
No somos la única familia que se desangra por distintos destinos argentinos. Somos, desgraciadamente, algo normal y común, ya que a esta altura no queda familia formoseña, que no esté cerca del poder, que no tenga uno de sus integrantes expulsado de la provincia por el mal gobierno.
Lo más triste es que somos hijos de padres que hace tiempo eligieron a Formosa para hacer lo que hicimos nosotros, buscar , en nuestra maravillosa provincia, un futuro que les era negado en sus tierras de origen.
Si, mi abuelas y mis padres, los abuelos y los padres de mi esposa eligieron Formosa para construir su futuro, con un poco de voluntad y otro poco de talento para el trabajo, en tiempos en que esa voluntad era suficiente para lograr bienestar, sin tener que rendir honores a algún puntero, a uno que otro concejal, intendente, diputado o el propio Gobernador que espera que todos le agradezcamos lo mal que administran.
Mi cuñada cumple años y por gente como ese ministro que nos llama «Forroseños» tiene que resignarse a recibir un mensaje de texto de María Eugenia, Juan Martín y Carlitos, que le recuerden que debe celebrar un feliz cumpleaños y seguramente el Día de la Madre también deberá resignarse a al calor de un mensaje de voz por whatsapp o una charla por el feis.
Todo porque en Formosa hay gobernantes que son sólo eso: preservativos para burros. Lo más grande que hay en materia de Forros.