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El candidato radical Ricardo Buryaile se mostró desde siempre como arrebatado e irritable. Quizás para estos tiempos «duros» de campañas electorales legislativas puedan ayudar. Pero el ruralista tiene aspiraciones más altas. Y éste perfil que le conocemos no colabora para ese objetivo.
Trata y destrata de modo iracundo a quién no piensa como él, sin hacer distingos entre políticos opositores, periodistas o gente común.
Sin medir y sin controlar su fuerte temperamento arremete. A veces, sin medir consecuencias.
Por esto años tiene responsabilidad parlamentaria opositora. Pero, si algún día «le toca en suerte» ser oficialista o con un cargo ejecutivo todo se volverá en contra.
Asesorado por un consultor porteño, que no conoce los calores formoseño ni el tereré, decided cuestiones desde la capital del país.
Subido «al caballo» de las elecciones PASO, Buryaile espera obtener igual o más votos que los del 11 de agosto. Antes, habrá que considerar que en las generales del 27 de octubre el PJ tendrá muchísimos candidatos en una variedad infinita de sublemas. En las internas abiertas y simultáneas «el peronismo tenía un solo candidato: Juancho Díaz Roig».
El voto en blanco, convertido en «positivo» en las PASO, volvería a crecer y favorecer al ganador del resultado provincial.
Es una elección muy distinta «la que viene». Las matemáticas, en este caso combinada con la política, no es perfecta. Habrá que esperar hasta que se cuente el último voto.
Buryaile tiene buena imagen como «alternativa» a los ojos del formoseño, y su perfil de votos puede sumar más franjas en la medida que logre controlar su vehemencia. De igual modo, todo lo suple con una interesante capacidad de oratoria cuando se encienden las luces de las cámaras de TV.
En épocas de juventud lo apodaban «cable pelado», justamente por su condición de «eléctrico y nervioso». Con el tiempo, su apodo se redujo a «Pelado». Si pretende llegar lejos en la política deberá ser Ricardo Buryaile, a secas.
Pero internamente, dentro del partido que lo cobija, se está ganando enemigos. Y todos saben, los radicales son más peligrosos para los propios radicales que para los peronistas.