Empezaron en un vivero, viajaron a Formosa para invertir y hoy son «dueños» de la Navidad

Los Götz reconvirtieron su emprendimiento tras una campaña navideña que cambió para siempre su negocio.

Cuando Enrique Götz llegó a Formosa a principios de los 80 no se imaginaba que su emprendimiento se convertiría en un referente dentro del negocio de la Navidad. Alparamis, el proyecto que fundó en 1988 como un vivero hoy es uno de los sitios predilectos para los amantes de las festividades a la hora de elegir decoraciones y adornos para que cuelguen en sus hogares. La clave, como en muchas compañías, fue saber reinventarse al notar que había un nicho poco explorado.

La intención de Götz al arribar a tierras formoseñas era comprar terrenos como inversión. Adquirió 20.000 hectáreas en las que no solo criaban animales sino también arbustos y plantas. En el seno de la familia pronto surgieron dos ideas: por un lado transformar una parte del campo (cerca de 4000 hectáreas) en una reserva ecológica; y por el otro abrir un local para poder venderle al público los árboles y plantas de interior que crecían en su terreno.

Encontraron un caserón de 3600 metros cuadrados en Olivos, sobre avenida Libertador, y ahí instalaron Alparamis en septiembre de 1988. Este nombre estaba inspirado en las primeras letras de los cinco hijos del matrimonio – Alejandro, Pablo, Rafael, Miguel y Sebastián – que en ese momento tenían entre 12 y 25 años.

Alejandro y Rafael Götz, dos de los hermanos de la familia fundadora de Alparamis

En su primer año facturaron más de u$s 120.000 y eso lo reinvirtieron en una campaña promocional que cambiaría por completo el negocio del emprendimiento. Contactaron a un proveedor de Bariloche para comprar pinos naturales para la siguiente Navidad. Los colocaron en el local y los decoraron con moños y diversos adornos alegóricos. La idea, aseguran, era darle un plus al vivero y que se convirtiera en un espacio social para las familias, un lugar donde pudieran pasear y recorrer.

Sin embargo, sucedió algo inesperado. Los clientes caminaban y, en lugar de querer comprar los pinos, preguntaban por los adornos. Los Götz notaron el potencial de este rubro y reconvirtieron Alparamis en una tienda especializada en regalería, decoración e incorporaron juguetes y accesorios para niños. En los 90 crearon La Aldea de Alparamis con productos importados, como muñecos móviles, pesebres y guirnaldas; además sumaron una casa de té y luego un teatro propio.

A principios del nuevo milenio pusieron un pie en el negocio de las fragancias. Primero trajeron algunas importadas desde Francia y Alemania y en 2002 desarrollaron la propia en el país. Pero la crisis económica del 2001 le puso un freno a la importación de productos y viraron por opciones nacionales. Con el correr de los años también lanzaron su marca, Glük, dedicada a la ropa y accesorios para bebé; luego llegó Alparamis Haus, una cadena de muebles que tuvieron durante un tiempo.

Los últimos tres meses del año concentran la mitad de la facturación de la compañía. Los adornos comienzan a diseñarse durante los primeros meses, se fabrican en junio e inician la venta en septiembre. Los adornos y los árboles representan más de un tercio de sus ingresos, los juguetes se llevan un 30% y el resto proviene de artículos de decoración y regalería.

Durante las fiestas, el local de la marca se transforma por completo

Los pinos nevados continúan dentro del portfolio de la empresa. El más económico cuesta $ 2000, en tanto el premium de más de dos metros vale poco más de $ 52.000. Además del local original abrieron otro en Galerías Pacífico y en 2018 aseguraron que analizaban la posibilidad de otorgar franquicias. (Fuente El Cronista)

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