Los auriculares y el daño auditivo.

Las nuevas tecnologías han fomentado el uso de auriculares y parlantes de alta potencia, sin embargo, éstas dañan células del oído, aumentando el riesgo de poseer hipoacusia y disfonías, en algunos casos irreversibles.
Los jóvenes de entre 14 y 30 años son los más afectados, ya que esto hace que se adelante unos 20 años la pérdida de sus facultades auditivas.
Desde épocas remotas la música ha acompañado a la humanidad como vehículo de expresión, constituyéndose un medio de disfrute y una vía de evolución social. Incluso en los últimos años, por comodidad, accesibilidad y/o entretenimiento, los nuevos reproductores de música (MP3, MP4, celulares, y demás dispositivos) han logrado imponerse en la vida cotidiana, permitiendo que la música pueda ser escuchada en todo momento y en cualquier lugar.

Si bien ello puede constituir un hecho positivo, y es cada vez más común ver personas con sus auriculares puestos, también es cierto que esta conducta aumenta el riesgo de adquirir graves e irreversibles problemas auditivos que comenzarán a manifestarse con el transcurso de los años. En efecto, nuestros jóvenes de entre 14 y 30 años son los más afectados por el uso de estos dispositivos, ya que esto hace que se adelante unos 20 años la pérdida de sus facultades auditivas.

El volumen de la música en los boliches (calculado en no menos de 130 decibeles, esto es, similar a la turbina de un avión), el sonido en los cines con alta tecnología, los nuevos equipos de audio y el sistema MP3 (cada vez más usado por los jóvenes) ponen en riesgo, a edades muy tempranas, el oído y la voz. De hecho, los casos de pérdida en la audición y las disfonías, si bien no son permanentes, sí son cada vez más frecuentes. Asimismo, si bien existe una legislación al respecto, no se controla su aplicación.


Las hipoacusias inducidas por el ruido pueden llegar a consecuencias graves, pues perjudican las células ciliadas del oído. Las mismas, según la OMS, comienzan a dañarse cuando se superan los 85 decibeles durante más de 8 horas (para llevar un cálculo, a medida que se aumentan 3 decibeles se disminuye a la mitad el tiempo sugerido de exposición, esto significa que, ante 88 decibeles no se sugiere exponerse más de 4 horas, ante 91 decibeles no más de 3 horas, etc.).

Ese deterioro es irreversible, provoca aislamiento y la falta de inserción social, y su único paliativo es la utilización de audífonos. Además, es algunas veces el comienzo de fobias, ansiedades, palpitaciones y trastornos del sueño.

Mientras que cuando compramos cigarrillos o alcohol se nos advierte de los daños provocados por su consumo excesivo, con el ruido no pasa lo mismo y, ante la compra de un I Pod o un MP3, nadie nos explica sus riesgo ni cómo debe ser usado. Por ello, si bien, la ingeniería en medicina nos favorece con la creación de dispositivos para pacientes con hipoacusias, es imperativo educar e informar a las nuevas generaciones para la conservación de su audición y evitar la utilización de los mismos.

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