El kakuy, «pájaro fantasma» o «ave de los muertos» fue la atracción del barrio Nueva Formosa

Este extraño pájaro apareció frente a la Escuela 545 del barrio Nueva Formosa. Se trataría de una especie criada por los guaraníes denominada «Oratuú», kakuy, o tambièn «Pájaro Fantasma». Luego de ser muy fotografiado, personal policial lo llevó del lugar. Acompañamos fotos de lectores y otras obtenidas por Ariel López.

LEYENDAS Y VERSIONES

El urutaú de los guaraníes o kacuy de los quechuas, es un ave pariente de los atajacaminos, notable por su coloración críptica, es decir con colores y diseños parecidos al sustrato donde se posa,  lo que la oculta eficazmente a la vista de sus presas y sus enemigos.  A esto suma un comportamiento particular ya que se posa muy erguido y tieso, dirigiendo el pico hacia arriba a la espera de que pase cerca algún insecto que le sirve de alimento, al que captura abriendo su enorme boca. “La vimos junto al río, sentada en la horqueta de un árbol, quieta como una piedra y la mirada lejana” dice una leyenda correntina. TAMBIÉN EL KAKUY TIENE SU CHACARERA / Ver vídeo.

André Thevet, un viajero francés que estuvo en Brasil en el siglo XVI señalaba: «Entre todas las aves de esta tierra, existe una que los salvajes no matarían ni aun lastimarían por nada en este mundo … Dicen estas pobres criaturas que ese canto les hace recordar a los seres queridos que fallecieron. Este pájaro seria un enviado de los muertos, trayendo buena suerte para sus amigos que aun viven y desventura para sus enemigos».

Ricardo Rojas en “El país de la selva” recrea la leyenda del kacuy: “Vive en la selva un pájaro nocturno que al romper el silencio de las breñas estremece las almas con su lúgubre canto”. La leyenda cuenta la historia de dos hermanos: él bueno y solícito; ella glotona (se relaciona con la enorme boca del ave)  y despreciativa. El hermano cansado de soportar sus desplantes la convence con engaños para subir a buscar miel a un árbol muy alto donde, talando las ramas inferiores,  la abandona a su suerte. Entonces ella empieza a llamarlo: “¡Turay!  ¡Turay!” [¡Hermano! ¡Hermano!] y al no tener respuesta se va  transformando en el ave que pasa las noches llorando y clamando.  Por eso en la región se le dice kacuy a la persona que llora mucho.

Otra versión proveniente de los jíbaros de Ecuador y registrada por Lehmann-Nitsche  habla de una muchacha, Aóho, enamorada de una deidad lunar, un hombre, al cual intenta seguir al cielo subiéndose por una liana, pero el hombre corta la liana y la mujer cae convertida en ave que canta desesperada “aishirú, aishirú” [= mi marido, mi marido].

Rafael Obligado en su poema “El cacui”  relata en verso la misma historia:

“… y así te digo, porteño, 

que en la casa del barranco 

no hay tal mujer, ni tal padre, 

pues, lo que es ella, es un pájaro, 

y el hombre aquel, que allí mora 

y baja solo, es su hermano, 

ánima ya, porqué el pobre 

anda hace un siglo penando; 

y los gemidos que oíste, 

no en su aposento, en un árbol, 

son del cacuí que en la noche 

va a sollozar a su lado.» 

La voz “urutáu”  proviene del tupí  “(g)u(y)rá”, ave, y “táu”, fantasma, duende. A diferencia del Brasil en la Argentina la palabra se hizo aguda: urutaú. Estrictamente el Nyctibius griseus, sería el “urutaú-i”, o urutaú chico.

La leyenda guaraní, de la zona de Iguazú, difiere de la versión quechua. En ésta la hija de un combativo cacique llamada Ñeambuí era cortejada por Cuimaé el joven cacique de una tribu vecina. Su padre queriendo hacer una alianza estratégica para ganar un poderoso aliado, organizó el matrimonio entre ambos. Una noche, durante una de las guerras tribales, Ñeambuí escuchó un extraño lamento. Se trataba de un joven indígena de  la tribu enemiga que, mal herido, pedía ayuda.

Decidió ocultarlo y tratar sus heridas para salvar su vida, sin embargo fue descubierto y encerrado prisionero. En medio de los preparativos de la boda, Ñeambuí pudo liberarlo y huyeron juntos al monte, pero Cuimaé los persiguió y los mató a flechazos. En castigo la joven fue transformada en ave que recorre los campos con sus tristes lamentos, llorando a su amado.

 

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