Prisión perpetua para una mujer que mató a su pareja en complicidad con su amante

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EL OTRO INVOLUCRADO TAMBIEN RECIBIO LA MISMA CONDENA / Una mujer fue sentenciada a prisión perpetua tras haber sido encontrada culpable del asesinato de su pareja; hecho consumado en complicidad con su amante, quien también recibió la misma condena por este recordado caso ocurrido hace dos años en la ciudad de Clorinda.

El fallo pertenece a los jueces de la Cámara Segunda en lo Criminal de Formosa, María de los Angeles Nicora Buryaile, Beatríz Luisa Zanín y Ricardo Fabián Rojas, quienes llevaron adelante el juicio oral y público que tuvo en el banquillo de los acusados a la pareja de la víctima y al amante de esta, ambos oriundos de la ciudad de Clorinda.

Se trata de la máxima pena prevista en el Código Penal Argentino, que en este caso fue aplicada por los delitos de homicidio calificado por el vínculo y por el concurso premeditado de dos o más personas.

Hay un tercer involucrado en el crimen, un hombre apodado  “Paragua”, quien se cree que el autor material del homicidio, pero no pudo ser juzgado porque está prófugo desde el día en que ocurrió el hecho.

Con abundante respaldo probatorio reunido a lo largo de la investigación judicial, el tribunal llegó a la conclusión que en el transcurso de  2013, en día y hora no precisados pero con antelación al 24 de noviembre de ese año, la mujer y su amante acordaron dar muerte a la pareja conviviente de ésta, identificado como Juan De Mata Torales, un conocido comerciante de Clorinda, encargando a un tercero su ejecución material. Así las cosas, el día 24 de noviembre del 2013, la mujer, luego de esperar que su pareja se duerma y a fin de facilitar el ingreso desprevenido del sicario, mantuvo permanente comunicación telefónica con su amante, quien se encargó de trasladar en su motocicleta al tercero ejecutor (autor material) hasta el domicilio de la víctima, en el barrio 1º de Mayo de Clorinda.

Ambos llegaron a la casa en plena madrugada, cuando el dueño de la vivienda se encontraba durmiendo en  la cama de su dormitorio ubicado en la planta alta.

El homicida entró a la habitación y sin titubear consumó el alevoso crimen, asestándole a su víctima  21 puñaladas con un punzón de hielo, en diferentes zonas del cuerpo y con distinta intensidad, destacándose entre las heridas más graves las infligidas en la aorta, el tórax y  las costillas. El asesinato fue ejecutado en  presencia de la mujer de la víctima, quien estaba en la habitación junto a su pareja, dejando que luego de concretada la muerte, el autor material se alejara lentamente del lugar,  para recién después de estar segura de su distanciamiento del sitio, avisar a su entorno familiar simulando que habían sido víctimas de un robo. Mientras tanto, en la vereda esperaba al homicida el amante de la mujer, quien se encargó de llevarlo en su motocicleta, conforme lo tenían planificado con antelación. Hasta la fecha el autor material del crimen se encuentra prófugo, pese a la búsqueda que hizo la Policía en toda la provincia y zonas fronterizas.

SUFRIMIENTO 

Entre las pruebas reunidas durante la investigación, el Tribunal destacó el minucioso informe del forense que examinó el cuerpo de la víctima, quien sostuvo que el punzón de hielo con manchas pardo-rojizas que fue encontrado en el baúl de la motocicleta  de 110 cilindradas utilizada la noche del crimen por el amante de la mujer de la víctima,  presenta las características como posible arma homicida y productor de las heridas que tenía el cadáver.

Al médico le llamó la atención la cantidad innecesaria de lesiones (puntazos) que tenía el cuerpo del occiso, lo cual representó para el profesional un cuadro tortuoso ante el intenso dolor que tales lesiones habrán ocasionado a la víctima, por ser dolorosas y por la cantidad de puntazos recibidos, previos al deceso. Sobre el particular, explicó que si la herida mortal hubiera sido la primera, no hubieran existido todas las otras lesiones, que sin duda, fueron vitales porque las marcas con hematomas halladas en el cadáver, dieron cuenta de que al recibirlas, la víctima aún estaba con vida. Casi todas las lesiones estaban ubicadas del lado izquierdo del cuerpo del cadáver, mientras que la que tenía en la cara (hematoma) pudo haber sido  producto de un golpe. Respecto a los 21  puntazos aplicados, si bien todos fueron penetrantes, sólo los últimos tres  fueron ejecutados con mayor violencia; uno ingresó hasta la raíz de la aorta (casi 7 cm) el otro en el esternón y el tercero en el pecho.

 La investigación pericial confirmó que todas las heridas fueron producidas por el mismo elemento punzante y que la víctima no realizó ninguna maniobra de defensa. Se calcula que al homicida le debió haber llevado un tiempo mínimo de 10 minutos completar la mortal agresión.

Por otra parte, para el Tribunal juzgador quedó probado la relación sentimental que mantenían  la mujer y el otro sujeto involucrado, incluso hasta el día del hecho, como así también que se trató de un plan urdido por ambos con la participación de un tercero ejecutor.

Esto quedó demostrado por la intensa comunicación telefónica que mantuvieron mutuamente antes, durante y después del alevoso crimen. El día del asesinato se comunicaron un total de 41 veces, según los registros de llamadas y mensajes de ambos teléfonos.

Uno de los mensajes de texto enviado por la mujer a su amante una hora antes del homicidio no deja margen de dudas respecto al plan que habían urdido para matar al comerciante.

“Si me duermo que entre despacio, la reja hace ruido, despacio y que atienda”, escribió la mujer a su amante.

Asimismo, el aporte de varios testigos y otros elementos probatorios, terminaron confirmando esta circunstancia, como así también la relación de amistad que tenían el coautor del homicidio con el hombre que hasta la fecha se encuentra prófugo y de quien se estima fue quien asestó la veintena de puntazos a la víctima.

Una testigo declaró haber visto el día del hecho a las tres de la madrugada como el ahora condenado trasladaba en su motocicleta a un hombre que luego resultó ser el autor material del homicidio, en tanto otras personas también dijeron lo mismo, conformando todo esto y otras pruebas logradas a lo largo del proceso, “un cuadro de situación con suficiente entidad para fundamentar la conducta que a ambos se les adjudica en la fijación de los hechos”, aseveró al emitir el primer voto la jueza Nicora Buryaile.

El cuadro de declaraciones se completa con los prestados en juicio por los hijos de la víctima y de la enjuiciada. Uno de ellos contó en el debate que estaban  durmiendo, que luego al primero de ellos lo despertó su madre contándole que a su padre lo habían golpeado pero que al subir ya lo vio tirado en la cama con sangre y golpeado, que luego subió su hermano, quien se sentó en la cama al lado de su padre, se puso a gritar y salió corriendo de la casa.

Por su parte, la hija adolescente de la pareja  dijo que esa madrugada escuchó gritos de su padre pidiendo auxilio y que logró ver a una persona cuando quiso entrar al baño que estaba en el cuarto de sus progenitores, que al verlo se asustó y volvió a acostarse, que se tapó toda y que luego lo vio al sujeto salir de la habitación y bajar las escaleras despacio y que luego vino su madre y le dijo que se despertara que le pegaron a su papá y que parecía que lo mataron.

Para la jueza del primer voto, al que adhirieron sus pares Zanín y Rojas, ambos enjuiciados idearon la perpetración de la muerte, materializando la mujer actos idóneos para lograr que el tercero ingrese a su domicilio donde la misma habitaba con su pareja (víctima) para que allí cause su muerte con un medio que sabía idóneo, esperando que el mismo se durmiera para entonces alertar a su amante  sobre tal situación que facilitaba el desprevenido ingreso del tercero ejecutor.

“La enjuiciada no sólo facilitó y alertó al coautor para el desprevenido ingreso del tercero, sino que además presenció la ejecución por parte del tercero que apuñaló innumerables veces (21 puñaladas) a su indefensa pareja (víctima) en zonas vitales de su cuerpo, hasta darle muerte sin que la misma interviniera en tramo alguno para impedirlo”, afirmó la magistrada.

 El obrar doloso en relación a la muerte de la víctima Juan De Mata Torales tanto de su pareja como del amante de esta,  emerge evidenciado por la conducta que ambos se distribuyeran y materializaran en plano objetivo, con lo cual también se completa el aspecto subjetivo de la figura por la cual se los responsabiliza a ambos, en tanto y en cuanto, “aparecen a mi juicio demostrativos que el accionar  de los acusados estuvo impregnado de conocimiento y voluntariedad (dolo), aseveró.

 LA VÍCTIMA AVISÓ A SUS PARIENTES QUE IBAN A MATARLO 

Los parientes de la víctima que declararon en el juicio contaron que Juan De Mata Torales venia siendo blanco de sucesivas amenazas y que él sabía que iban a matarlo.

Una de las sobrinas del occiso contó en la audiencia que su tío sabía que lo matarían y que se mostraba preocupado por ello y que por esa razón pasó a nombre de ella el inmueble en el que vivía con sus hijos. Dijo que su tío le había dicho con pesar que era una situación difícil para él porque pensaba en sus hijos pero que no quería que cuando “pasara lo que pasó” ése hombre (al que no lo nombraba) se queden con la casa.

“Ni un vocablo inadecuado ni agresivo provino de la impecable declaración de la joven que fue invadida por el llanto en medio del testimonio que brindaba, donde incluso la inmediación permitió contemplar su dolor pero también la bondad de su persona, ya que ella contó además que su tío siempre acudía a ella y a su madre o las llamaba por teléfono y les contaba sus preocupaciones y problemas, explicando también que era un hombre trabajador y que cuidaba el dinero que con esfuerzo ganaba en el negocio que tenía.

Los parientes del occiso dieron cuenta durante el juicio del conocimiento que tenían sobre los problemas de pareja que había entre  este y  su mujer, refiriéndose además a la separación que habían tenido meses atrás, coincidiendo todos en que el hombre temía por su vida porque se sabía amenazado aunque sólo hablaba de ése hombre, refiriéndose sin nombrarlo al amante de su pareja.

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