Semana del Niño Prematuro, historias de vida de dos hermanitas que nacieron con 600 y 670 grs.

Tener un hijo prematuro te cambia la vida, te cambia la percepción de las cosas, ya nada va a ser como era…. Ver la lucha de un bebe de sólo 600 gramos por vivir es el privilegio más doloroso que se puede tener en la vida…

MICA Y SOFI, SU HISTORIA

Nuestras hijas Micaela y Sofía nacieron con 600 y 670 gramos de peso respectivamente. No lloraron, el silencio de la sala de partos era terrible. Nadie sabía si vivirían o no. Cuando las vimos por primera vez, casi nos desmayamos, eran tan chiquitas, median solo 25 centímetros y pesaban 600 y 670 gramos cada una, pero eran tan perfectas, parecían muñequitas dentro de una caja de cristal (incubadora). Era increíble pensar que podrían vivir.

La situación era muy difícil y las primeras 24 horas eran definitorias. Pasó casi una semana y todo estaba «bien». Nosotros tratábamos de entender todos los aparatos que nos rodeaban y no comprendíamos realmente que la vida de nuestras hijas pendía de un hilo. Era una situación tan dura que se me eriza la piel de solo acordarme. Las dos estaban conectadas a un respirador artificial, tenían agujas en varias partes del cuerpo y estaban conectadas a varios monitores.

Acá tengo que separar la historia, porque desde que nacieron mostraron que son totalmente diferentes:

MICAELA

Cuando Micaela tenía 8 días por una complicación cardiaca, y con solo 600 gramos la operaron por primera vez, cuando pudimos verla tenía un corte desde el medio del pecho hasta la mitad de la espalda, estaba cubierta de cables y sondas, pero a los pocos días se recuperó y siguió su lucha.

Los días pasaban y parecía que estaba cada vez mejor. Pero el 25 de Mayo nos avisaron que Micaela tenía una infección y que estaba muy mal. Unas horas más tarde nos dicen que su situación es desesperada y que le operarían el vientre para ver si encontraban el foco de la infección, después de la intervención la situación empeoraba.

A la noche cuando pudimos verla la encontramos bautizada, (las religiosas del sanatorio pensaron que se moría y la bautizaron). Después sufrió lo que se denomina «shock séptico» sus órganos dejaron de funcionar, y tuvo varios paros cardio-respiratorios. Nos avisan que podía no pasar la noche; la impotencia y el dolor que sentíamos era terrible, lo único que podíamos hacer era mirarla.

Paola Cóspito con las mellizas y el hermanito de ambas.
Paola Cóspito con las mellizas y el hermanito de ambas.

Recuerdo que le rogué al médico de guardia: «Si no hay nada más que hacer dejame que la tenga en mis brazos, no quiero que muera sola como si no tuviera mamá?. Nunca había salido de su incubadora, nunca la había tenido en mis brazos. En el peor momento hable con una amiga y ella me dijo «Anda a la Capilla, rogale a la Virgen que te ayude, La Virgen también es mamá; ella sabe lo que estás pasando. Andá, ella te está esperando».

Fui a la Capilla, me arrodillé y le rogué a la Virgen por la vida de mi hija. Cuando volví a la terapia ella estaba irreconocible, totalmente hinchada y de color verde, estaba desnuda y no había lugar en el cuerpito de donde no le saliese o entrase una aguja.

A la mañana siguiente para sorpresa de todos estaba mejor, y aunque nadie podía creerlo a la semana estaba como si nada hubiera pasado y nosotros renovamos la esperanza.

Todo parecía solucionarse, pero a los pocos días nos dieron la noticia de que la infección le causo un derrame cerebral y que estaba desarrollando una hidrocefalia, casi nos morimos. Sentíamos que Dios no tenía piedad con nuestra pequeña hija que todavía no tenía un kilo de peso y ya había sentido más dolor que el de cualquier persona en toda su vida. Comenzaron las punciones, (con una jeringa le sacaban líquido por la fontanela).

Había dudas sobre su posible desarrollo y las expectativas sobre su futuro nos sacaban el sueño. Mientras nosotros nos volvíamos locos ella superó todo y dejó atrás este nuevo problema. Mica luchaba con todas sus fuerzas pero no mejoraba rápido, sus huesitos eran tan frágiles que una enfermera al darla vuelta en la cuna le causo una fisura en el fémur.

A los 3 meses y medio le sacaron el respirador y pude tenerla en mis brazos todo el tiempo que quería. Todo era felicidad, se la veía muy bien, interactuaba y se reía, yo pensaba que en poco tiempo más estaría en casa, pero no fue así, a los pocos días necesitó nuevamente respirador artificial; ella estaba desesperada: no aguantaba y se estiraba el tubo, entonces la ataron, tenía atada las manitos a ambos lados como crucificada y se retorcía, nos miraba directo a los ojos y nosotros podíamos sentir su dolor, ella lloraba sin poder emitir sonido alguno, nosotros la acariciábamos y ella nos miraba con una desesperación que nos cortaba el alma. La impotencia que sentíamos era infinita; nuestro deber como padres era protegerla de cualquier sufrimiento, pero ella nos miraba con desesperación y nosotros no podíamos hacer nada.

Pasaron así varios días hasta que los médicos decidieron realizarle un cateterismo cardiaco que no sirvió y posteriormente la pusieron en «coma farmacológico» durante varios días hasta que recuperó fuerzas y pudieron sacarle es respirador. A los pocos días le dieron el alta definitiva Micaela tenía casi 5 meses y 3 kilos de peso.

SOFIA

Sofía es sin lugar a dudas una persona afortunada. El dolor y las enfermedades pasaban cerca de ella sin tocarla. Nació solo 3 minutos después que Micaela, pesó 670 gramos, desde el primer día se podía sentir la paz que irradiaba. Sofía pasó por muchos problemas que suelen tener los prematuros, sé que para cualquier padre su situación hubiera sido terrible, pero como nosotros lo vivimos en paralelo a lo de Micaela nos parecía que no pasaba nada, y por más que busco en mi memoria un sentimiento traumático referido a Sofía en ese tiempo, no lo encuentro.

Ella era mi línea con la esperanza, cuando ya no podía más del dolor y sentía que todo estaba perdido, simplemente me acercaba a la incubadora de Sofía y la acariciaba, y todo cambiaba?podía sentir el milagro de la vida, podía imaginarla cuando creciera y podía por unos minutos alejar de mí el dolor y la frustración que me causaba la situación de Micaela. Cuando volvía a la realidad lo hacía totalmente fortalecida.

El 5 de julio con dos meses y medio y apenas 2 kilos nos entregaron a Sofía. Al salir de la clínica ella abrió grande sus ojitos y miro el sol por primera vez, después se durmió con ese gesto de plenitud que la acompaña permanentemente.

Doce años después Mica y Sofi son niñas muy felices, están logrando desarrollar al máximo sus capacidades, comparten su alegría con su hermano menor, Santi, que desde muy chico aprendió a apoyarlas y asistirlas. Agradecer a todos los que nos acompañaron en estos años de lucha sería imposible. Pero hoy quiero mencionar a la Escuela Nº 3, a sus docentes y a su director el Profesor Omar Salomón; Mica y Sofi asistieron a ese establecimiento desde el jardín de 4 años y han recibido mucho amor y respeto. También al Instituto Adventista donde este año recibieron a Sofía con los brazos abiertos y en poco tiempo la han hecho sentir parte de esa gran comunidad educativa. Y por supuesto a Sonia Wenetz, la mejor docente del mundo que las ayuda desde hace 8 años.

Sin lugar a dudas haber acompañado a mis hijas en este duro camino me ha convertido en una mejor persona. He aprendido de su perseverancia y me he nutrido de sus fuerzas porque aún en el momento más difícil, en ese que pensé que no podía más, ellas caminaron delante mío y yo simplemente las seguí.

Hoy, como cada día, agradezco a la Virgen María el milagro concedido.

Paola Cóspito / ver Facebook

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