La hija de maestros rurales formoseños que llegó a triunfar en Rumania

Mimí Sosa tiene 24 años y es jugadora profesional de vóley. Es hija de Vilma “Vicky” González y Omar Sosa, ambos maestros rurales y gestores sociales de Lote 1 y Lote 8, departamento Ramón Lista, en Formosa. Si bien nació en Las Lomitas, al poco tiempo se mudó junto a sus cinco hermanos al lugar donde trabajaban sus padres: junto a la comunidad Wichi en Lote 8, a una casa de adobe (barro y paja) levantada por ellos mismos.

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La comunidad Wichi está situada en medio de los montes a unos 170 kilómetros de Ingeniero Juárez, el pueblo más cercano. Además, el Departamento de Ramón Lista ocupa una superficie de 3.817 km², de los cuales un tercio corresponden a tierras comunitarias de los Wichi. De la población total, el 85% pertenecen a esta etnia y el restante 15% es población criolla. La zona es subtropical semiárida, un área de alta criticidad, de precario y frágil equilibrio bioecológico, amenazada por la desertización y las inundaciones.

A los trece años, Mimí comenzó a jugar al fútbol y al vóley. A los 16, un entrenador cordobés la descubrió y la llevó al club Belgrano de Córdoba como parte del equipo de fútbol femenino. Mientras tanto, jugaba al vóley en otro club aunque con el tiempo decidió dedicarse de lleno a esta segunda pasión porque “el ambiente era más seguro y familiar.” Al poco tiempo, fue convocada por el Club Atlético Boca Juniors de Buenos Aires para jugar al vóley. No contaba con la altura mínima requerida para jugar profesionalmente, pero la confianza de su entrenador, el trabajo duro y muchísimas horas de entrenamiento finalmente dieron sus frutos.

A partir de ahí no paró: pasó cuatro años en Boca, jugó tres ligas nacionales y en 2010 pasó a ser parte de la selección nacional de vóley, donde fue nombrada capitana del equipo. Además cumplió el sueño de toda deportista: fue convocada por un club en Rumania para ser parte del equipo que actualmente tiene posibilidades de ganar el campeonato de ese país.

Siente que todo este proceso pasó muy rápido. Hace ya ocho años que vive del deporte y hace dos que su sede es Europa. Viajó a más de 15 países, pero afirma que estar lejos de su casa y su familia es un sacrifico enorme. Por eso vuelve todos los años a Lote 8 en Formosa a visitar a su familia y a la comunidad. En una ocasión hasta les enseñó a jugar al fútbol y al vóley a las mujeres wichis, lo que recuerda como “una experiencia muy linda y gratificante ya que ellas son siempre muy reservadas y no están acostumbradas a ese tipo de actividades; se divirtieron mucho”.

Mimí capitana.

 

Su realidad hoy en día es muy diferente a la de su infancia: “Cuando viajé por primera vez a China nos hospedamos en uno de los hoteles más grandes del mundo, parecía una ciudad. Yo le mandaba fotos a mi mamá y ella se acordaba de cuando era pequeña y dormía en una cama de palo bobo que me habían hecho los aborígenes que me cuidaban. Lo gracioso es que los troncos de palo bobo estaban plantados en el suelo, y una vez, al volver de vacaciones, nos encontramos con que habían brotado por todos lados. ¡Tenía una cama llena de ramas! Pero no quería de ninguna manera que la podaran. Finalmente lo hicieron porque mi mamá tenía miedo que se llenara de bichos”.

Mimí tiene un tatuaje en su brazo con la frase Wichi: OTETSEL TA N´AM TALAKW ” que significa: mis raíces, mi historia. Cuenta que se lo hizo en agradecimiento a todo lo que le dieron y enseñaron los aborígenes los 6 años que vivió junto a ellos. “Yo siento que el tiempo que viví con ellos en Lote 1 y Lote 8 aprendí todo. Me fui y no me hacía falta nada porque ellos me habían enseñado todo. Lo que puede ser resumido en pocas palabras como: “A vivir me enseñaron ellos.”

Fuente: Comunidades rurales (ver)

Fotos: Mimí Sosa

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