Tras sufrir una larga y penosa enfermedad, falleció el Obispo Emérito, monseñor Scozzina

Un 21 de julio de 1957 , con 36 años, fue consagrado obispo de Formosa.

Quienes lo llegaron a conocer saben que Raúl Marcelo Scozzina, jamás claudicó ante los poderosos.

Su aparente apatía, se quebraba con una sonrisa tierna ante la presencia de los humildes, de los niños, de los aborígenes, de los campesinos ,de los enfermos, de los abuelos, de los pobres de solemnidad.

Con apenas 36 años, Raúl Marcelo Scozzina, a quien se lo conoció con el nombre de padre Pacífico, asumió como conductor de la iglesia de la provincia cuya población tuvo ocasión de verlo y conocerlo por sus interminables viajes a lo largo y ancho del territorio.

Ese momento inolvidable de su trayectoria se suma a otros dos hitos: cuando en 1966 Paulo VI -a quien siempre admiró- le otorgó la gracia de colocarle la corona pontificia a la imagen de la Virgen del Carmen y cuando tras superar graves problemas de salud regresa a Formosa y ya jubilado cumplió su sueño de siempre: hacer realidad el Vía Crucis Formoseño.

Nunca perdió el contacto con los humildes .Llegó a todos los rincones de la provincia a lomo de caballo, de mula o burro; en carros, volantas o a pié para aparecerse hasta en los parajes más inaccesibles del territorio.

Sufría por los aborígenes y por los campesinos sin tierra. Esa fue la razón por la que se convirtió en el guía espiritual de los dirigentes de la Unión de Ligas Campesinas Formoseñas -ULICAF- que lo catapultaron a la adoración entre los humildes y a la reacción torpe de los poderosos que lo descalificaron y hasta lo persiguieron y mortificaron hasta llevarlo a un adiós anticipado en su gestión pastoral, aunque lo siga negando.

Esa lucha la abrevó en el seno familiar porque sus padres habían sufrido lo mismo que los campesinos formoseños que querían planificar su vida en tierra propia.

Siempre se despojó de las cosas de valor que tuvo para saciar el hambre de los pobres.

Relojes, ropas y hasta su crucifijo de obispo entregó en el intento.

De andar lento, pero seguro, se lo podía ver , sin compañía, atravesando la amplia plaza San Martín , la principal de esta ciudad, o caminando por la 25 de Mayo.

Sin embargo, aquella antigua enfermedad que lo alejó de la conducción de la diócesis que quedó en manos del extinto Dante Sandrelli, se convirtió en los últimos tiempos en una pesada carga que soporta sin queja alguna. Es más…no dejó de cumplir los ritos de la Semana Santa.

Luego de jubilado, y de regreso en Formosa tras una temporada en el norte santafecino donde trabajó con los jóvenes, visitaba los barrios y los pueblos del interior para oficiar misa, presidir las ceremonias de confirmación de adolescentes y jóvenes o para peregrinar en vísperas de los días de Semana Santa por las catorce estaciones de su Vía Crucis.

Durante muchos años repitió este viaje de tres jornadas que si bien es cierto lo agotaban pronto recuperaba fuerzas cuando veía que la procesión de orantes rezaba el santo rosario.

Y a cada regreso se convencía que su sueño pendiente en 1978 cuando se jubiló no solamente que se hizo realidad sino que el Vía Crucis Formoseño es la obra en la que vivirá eternamente.

Esas catorce cruces están clavadas en puntos estratégicos a la vera de la ruta nacional 81 a la que , por pedido del pueblo formoseño, se le impuso el nombre del pastor en el tramo comprendido entre esta ciudad y el límite con Salta.

 

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