Editorial de “La Mañana” también se acordó de la fiscal

“Relación fatal”  

El impactante accidente de tránsito en Tatané que dejara un muerto y dos jóvenes con miembros inferiores amputados y el caso de la fiscal que se negó a un alcotest en nuestra ciudad, pusieron nuevamente en el tapete la peligrosa relación entre conducir y beber.

Los dramáticos efectos de la ingesta abusiva de alcohol, en general, y sus consecuencias a diario comprobadas sobre los accidentes de tránsito, en particular, son aspectos de una problemática que pese a los esfuerzos de distinto orden que se realizan no exhibe el menor grado de atenuación y, menos que menos, de solución. Por el contrario, los indicios son totalmente negativos.

Se calcula que alrededor de la mitad de los accidentes de tránsito que se producen cada fin de semana en el país tiene relación con el alcohol, lo que basta para situar el problema en sus justos términos y con total claridad y crudeza. Esto no quiere decir que sus protagonistas estén beodos sino que la ingesta de alcohol produce una disminución de los reflejos y en las reacciones, lo que constituye un riesgo no solamente para quien maneja -sea una persona común o un alto funcionario de la justicia- sino para terceros.

Dicen también las estadísticas, según muestreos en rutas nacionales, que un 14 por ciento de los conductores de camiones no pasa el control de alcoholemia, al igual que el 11 por ciento de choferes de ómnibus de media y larga distancia y el 12 por ciento de particulares. Estos porcentajes, referidos a pruebas diurnas, suben considerablemente en las mediciones nocturnas y más todavía durante feriados o fines de semana.

Hace falta, pues, una acción de gran alcance, capaz de informar acerca de los riesgos de conducir automotores cuando se ha consumido alcohol y, en especial, sobre los límites con relación a los reflejos del organismo y a los requerimientos de las disposiciones vigentes.

En ese sentido, está por demás comprobado que el alcohol opera sobre centros inhibidores disminuyendo las funciones cerebrales, por ejemplo en cuanto a la percepción del campo visual, haciendo más lentas las reacciones y más torpes los movimientos.

Y, en grados ya más serios, haciendo perder la sensación de peligro y de responsabilidad, dado que crea la ilusión de que es posible hacer más cosas de las que pueden hacerse en realidad.

Todo esto debe ser suficientemente difundido, en todos sus detalles y con la mención de los peligros concretos, a fin de crear conciencia entre quienes conducen vehículos, sin perjuicio de la tarea de control sobre todos los conductores más allá de su investidura.

No se desconoce que tal estrategia es difícil, principalmente en un país como el nuestro, más apegado a los privilegios que al cumplimiento celoso de las leyes, pero tampoco es imposible, al menos si se aborda con instrumentos apropiados y -repetimos- si se ilustra sobre las derivaciones eventuales de cualquier negligencia, omisión o alarde de cultura alcohólica.

Es la vida propia y la de los demás lo que está en juego y eso, si se consigue hacer carne en la gente, tiene que revertir este proceso cuyo saldo diario es tan doloroso para toda la sociedad.

Fuente: Diario La Mañana

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